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FOTOGRAFÍA

Tom Sharpe expone sus fotografías en la Fnac

Una vida de docencia, un análisis de la sociedad oprimida y una visión irónica del mundo son parte del reflejo que se puede ver en Cambridge, una selección de 30 fotografías tomadas por el escritor Tom Sharpe con una Leica y reveladas por las propias manos de quien, años más tarde, sería el autor de novelas como Wilt o El bastardo recalcitrante. Las imágenes, que ahora expone la Fnac, fueron hechas durante la década de los sesenta cuando volvió a Inglaterra tras su expulsión de Suráfrica. En 1969, Sharpe decidió dejar apartada la cámara y dedicarse en exclusiva a la literatura.

"Dejo que las fotos hablen por sí mismas". Con esta forma de describir su trabajo fotográfico, el escritor británico Tom Sharpe nos muestra, en blanco y negro, retratos y escenas cotidianas del Cambridge de los sesenta. Se trata de una selección de fotografías fruto de su visión demasiado curtida durante los años precedentes vividos en el apartheid surafricano, y que al espectador se le muestra con ironía, madurez, tristeza, elegancia y humor, elementos que Sharpe utilizaría posteriormente en sus libros, tras abandonar definitivamente la fotografía en 1969 para dedicarse en exclusiva a escribir.

El autor de Zafarrancho en Cambridge comenzó su andadura fotográfica en Johannesburgo, donde empleaba el escaso tiempo libre que le dejaba su trabajo de docente en un internado de niños blancos a tomar imágenes en los suburbios de la ciudad. Su insistencia en dejar testimonio de aquella penuria le llevó a la cárcel, acusado de "político subversivo y comunista peligroso". Finalmente, la deportación le devolvió de nuevo a Inglaterra, no sin antes perder 36.000 negativos, quemados por el departamento especial de la policía, aunque se salvaron otros 6.000 que había dejado, "por seguridad", en casa de unos amigos.

La exposición de la Fnac es el resumen de una extensa dedicación observadora, una visión encuadrada, al igual que en el caso de su referente Cartier-Bresson, por el visor silencioso de su Leica. En ella se recogen conversaciones, vida cotidiana del Cambridge de los sesenta, miradas irónicas. Imágenes que sugieren al espectador recuerdos, esperanzas y vidas pasadas sentadas tras un cigarro. Y una imágen que destaca del resto: un personaje convertido en improvisado rector bajo un falso birrete y una toga desmadejada, de aspecto inestable, armado con un bastón sostenido con firmeza por un brazo tatuado de quién sabe qué historias, y cuyo contrapunto aparece representado por un vaso vacío en su mano izquierda.

Imágenes en blanco y negro tomadas durante sus paseos matinales por los alrededores de la Universidad. En un solo año llegó a obtener 3.000 negativos, ejemplo de lo que significó la insistente toma de instantáneas directas, sin esconderse del sujeto fotografiado. Una constancia que era el reflejo de su permanente búsqueda, desde las cinco de la mañana, de motivos apropiados.

Niños, ancianos, paseantes, parejas enamoradas, luces y sombras, opulencia y penuria, son capturas que el autor inmoviliza en estas fotos del las que tiene "muy poco que decir". Estilo fotográfico sin duda marcado por aquel Tom Sharpe de 23 años, cuyo cometido era el de llevar a los negros enfermos de tuberculosis a sus chabolas de la periferia de Johannesburgo para morir.

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Una selección de fotos ofrecidas por un escritor que, a sus 76 años, sigue buscando ser "un tipo decente"

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