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Reportaje:Atenas 2004 | LA LEYENDA DE LOS 10.000 METROS Y LA LACRA DEL DOPAJE

Bekele contra 'Gebre'

Chema Martínez aspira a terminar entre los ocho primeros en la carrera en que se producirá el traspaso de poderes entre los dos etíopes

Carlos Arribas

Haile Gebrselassie cederá esta noche su corona olímpica en los 10.000 metros a su heredero y compatriota Kenenisa Bekele en la que promete ser una de las carreras más hermosas de los Juegos y un español de cráneo rasurado, boca feliz y larga zancada, Chema Martínez, andará por allí. Gebre, campeón olímpico en Atlanta 96 y Sidney 2000, parece resignado a no lograr el triplete y, ligeramente lesionado, ha dudado hasta última hora sobre su participación. Pero participará, aunque sepa que no puede con Bekele, empujado por su gran fervor patriótico: para lograr junto a Sihine y él un extraordinario triplete etíope en el podio.

Si la presumible falta de emoción sobre el desenlace no le quitará grandeza a la prueba de fondo, su presumible papel de comparsa tampoco le quita las ganas de participar a Martínez. Antes al contrario. Luismi Berlanas, que es un romántico de los 3.000 metros obstáculos y cree en el valor de los símbolos, se ha comprado una de las pulseras amarillas de a un euro la unidad de la fundación de Lance Armstrong -"para ver si me transmite su fuerza"- y calza unas zapatillas espectaculares, verde fosforito y amarillo, con una mínima bandera keniana en el talón -"si no puedes con ellos, hazte uno de ellos"-, pero Martínez, que también es un romántico, se ha dejado guiar por el lado práctico en su intento de asimilarse a los grandes africanos y se ha pasado tres meses durmiendo once horas diarias, de diez de la noche a nueve de la mañana, en una altura simulada de 3.200 metros, en una tienda de campaña sobre la cama de su piso madrileño y con unas bombas que le robaban oxígeno. "Y eso me ha valido", dice el campeón de Europa de los 10.000, recién instalado en la Villa Olímpica, "para dos cosas: una, poder entrenarme mejor que nunca y presentarme aquí en la mejor forma de mi vida; dos, quitarme el sombrero y elevar a mi mujer a los altares por lo que me ha aguantado".

El madrileño ha dormido tres meses en una tienda de campaña con bombas que le robaban oxígeno
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Dos días después de fracasar, en febrero pasado, en su intento de lograr una plaza en la prueba de maratón, Martínez se había olvidado de la frustración. "La depresión me duró el viaje de avión de Tokio a Madrid", dice; "después, a los dos días, tuve que acompañar a mi mujer al hospital, donde dio a luz a Paula, y desde entonces sólo he pensado en los 10.000. A mí me caracteriza el optimismo y, como soy campeón de Europa, enseguida me planteé el nuevo desafío. Me apetece correr otra vez entre africanos, intentar ser el primer europeo e incluso buscar la sorpresa. Soy el número uno de Europa este año en los 3.000 metros, tengo 32 y sigo mejorando en las pruebas cortas. En los Campeonatos de España doblé a todos en los 10.000...".

Probablemente, si la carrera de esta noche se parece a la de los Mundiales de París 2003, aquella extraordinaria demostración, aquel duelo cerrado en el que Bekele, de 22 años, derrotó por primera vez en competición oficial a Gebre, nueve años mayor que él, bajando los dos largamente de los 27 minutos, corriendo los segundos 5.000 metros en menos de 13, Martínez, aunque consiga la mejor marca de su vida, parecerá como mucho una pieza más del decorado. Pero eso no es lo que piensa. No es a eso a lo que se resigna el madrileño. Optimista, prefiere soñar.

"Es una prueba complicada", explica; "llego en el mejor momento de mi vida a competir junto a los mejores fonditas de la historia, Gebre y Bekele. Tendré que hilar fino porque no me conformaré con la típica carrera de menos a más para acabar el octavo. Y para ello tendré que encontrar el equilibrio a la hora de los primeros ataques y no dejarme romper por los tirones bruscos. Mi ilusión es llegar junto a los africanos hasta el noveno kilómetro, hasta que llegue el tirón verdadero".

Y entonces seguiría soñando Martínez, verá hasta dónde le puede llevar su trabajo, su cámara hipobárica, sus sacrificios, su poca adaptación a correr a las once de la noche, él que se acuesta siempre a las diez, sus sensaciones y sus tests. "Estoy más rápido que nunca. Soy capaz de hacer el último kilómetros en 2m 32s y la última vuelta en menos de un minuto. Y no tengo ningún complejo, ningún miedo", insiste.

Y, en una carrera de final directa, 24 atletas en el tartán flamante del estadio Olímpico, bajo la cúpula de Calatrava, Martínez se dará por satisfecho si termina entre los ocho primeros, con un diploma olímpico; si termina como el primer hombre blanco. Si asiste de cerca al esperado gran traspaso de poderes entre dos etíopes, entre el más grande de la historia y el hombre que heredará el título.

Bekele, en junio pasado, cuando batió el récord del mundo.
Bekele, en junio pasado, cuando batió el récord del mundo.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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