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A TODA VELOCIDAD | Atenas 2004 | El primer escándalo de los Juegos
Columna
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Atenea

Como la vida misma. Lo verdaderamente interesante siempre ocurre detrás del escenario. Y el viernes ya sabíamos que detrás de la fanfarria y de los fuegos artificiales en la apertura de los Juegos de Atenas se estaba desarrollando una intrincada novela de intriga, de ésas que nos gusta leer en la playa y cuyo esbozo ya ha trazado la BBC en un documental. Por un momento, la imagen se congeló en nuestra mente y todo adquirió un tinte sospechoso que traspasaba la pantalla. Para qué darle más vueltas, vivimos en la cultura de la sospecha y ya no creemos casi nada de lo que vemos. Es más, ya no pedimos creer, sino sorprendernos. Pero, a estas alturas, es muy difícil que algo que salga por televisión sorprenda y la ceremonia de Atenas estaba pensada para ser vista por televisión, o sea para competir con esos mensajes publicitarios en que un coche se transforma en una zapatilla de deporte. Como se comprenderá, ni siquiera un lago en medio de un estadio puede competir con eso. Aunque, en el fondo, éste era el empeño: comprimir a Grecia en un anuncio.

Pues bien, el empeño me tuvo clavada al sillón durante varias horas no tanto por lo que vi como por lo que no veía. Todo el tiempo estuve esperando que de las profundidades de alguna parte del escenario surgiera Atenea, una divinidad con uno de los currículos más amplios de todo el Olimpo. Me hacía ilusión porque soy fan suya. No hay otra tan carismática como ella, original y visualmente tan deslumbrante. Es temible y dulce, masculina y femenina al mismo tiempo según el imaginario colectivo, al que siempre le ha atraído la ambigüedad. Nació de la cabeza de su padre, Zeus, lanzando un grito de guerra y blandiendo una jabalina, perfectamente vestida y con armas doradas y brillantes. Fidias la esculpió con una larga túnica y el pecho protegido con una égida en cuyo centro destacaba la cabeza de la Gorgona. También llevaba casco, una lanza en la mano izquierda y en la derecha una Victoria. A sus pies, una serpiente y un escudo. Francamente, donde esté el uniforme de Atenea que se quiten el de Superman o el de Batman. No sé cómo el cine no se ha fijado más en ella. Hizo cosas increíbles y, a pesar de mantenerse virgen, tuvo un hijo de una forma bastante curiosa, de ésas que suceden en la oscuridad de los portales, al intentar ser forzada por otra divinidad, porque si algo tenían los dioses griegos es que eran tan corruptos y arbitrarios como los miembros del COI, pero a lo grande, desde el cielo.

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