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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

Armstrong alcanza Marte

Sólo nueve años después del quinto Tour de Indurain, el ciclista estadounidense consigue su sexta 'grande boucle' consecutiva, un récord absoluto

Carlos Arribas

En lo alto del hotel Crillon, plaza de la Concordia, ondea una bandera tejana, la estrella solitaria. En la puerta, guardias de seguridad impiden la entrada a quienes convierten desde hace años el último día del Tour en una cerveza en su cafetería. "El bar está cerrado. Si no es huésped no puede entrar". Armstrong ha cerrado el hotel para sus amigos, para los amigos de sus patrocinadores.

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En lo alto del hotel Crillon, plaza de la Concordia, ondea una bandera tejana, la estrella solitaria. En la puerta, guardias de seguridad impiden la entrada a quienes convierten desde hace años el último día del Tour en una cerveza en su cafetería. "El bar está cerrado. Si no es huésped no puede entrar". Armstrong ha cerrado el hotel para sus amigos, para los amigos de sus patrocinadores. Recién comenzado el siglo XXI, un ciclista acaba de ganar seis Tours, ha derribado una barrera, la de los cinco, que había resistido todo el siglo XX, contra la que encallaron los más grandes de la historia, Anquetil, Merckx, Hinault, Indurain. Al podio de los Campos Elíseos sube para felicitarle un actor, Will Smith, que en una película hizo de Muhammad Alí, quizás el más grande deportista de todos los tiempos. Mientras da la vuelta a la avenida más hermosa, en bicicleta, rodeado de su equipo, por los altavoces suena All I wanna do, el último éxito de Sheryl Crow, la novia del campeón, un hombre feliz. El ciclista es americano, procede de una cultura que no se ha empapado en las leyendas, las tradiciones, de una prueba única y popular. Su celebración tiene más de Hollywood que de París.

El sexto Tour de Armstrong ha sido el más fácil de todos, el menos dramático. Un Tour sin sobresaltos. El Tour en el que menos ha tenido que esforzarse para aplastar a sus rivales. Un Tour sin competencia en el que Armstrong ha batido su récord de victorias de etapa (cinco, pero Merckx ganó ocho en 1970 y 1974), pero, sin embargo, en el que no ha ganado en solitario, en el que la ventaja sobre el segundo (un alemán de 29 años llamado Andreas Klöden amigo íntimo de Ullrich, el único rival de entidad de Armstrong en sus seis Tours, más flojo este año) se quedó en 6m 38s, menos que la máxima que había logrado hasta ahora (7m 37s sobre Zülle en 1999), menor también que la mínima que logró nunca Merckx (8m 4s sobre Poulidor en 1974).

Después de Hillary, muchos han escalado el Everest; después de Bannister, cientos han corrido una milla en menos de cuatro minutos; después de Hines, cientos de velocistas han corrido los 100 metros en menos de 10s. El récord de Armstrong no tiene parangón en el deporte moderno, ni siquiera es comparable a la casi invencibilidad de Schumacher en un deporte tan peculiar como la fórmula 1. Armstrong, de 32 años, ha ido más allá de la Luna, ha llegado a Marte, pero, sin embargo, eso no le ha convertido en el mejor ciclista de la historia. Ni en el más querido.

Lance Armstrong saluda  desde el podio de los Campos Elíseos.
Lance Armstrong saluda desde el podio de los Campos Elíseos.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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