Ante la montaña
Casi todos los expertos están de acuerdo: para el ciclista que aspire a ganar el Tour, lo mejor es empezarlo alrededor del 90-95% de su pico máximo de forma, e ir llegando al 100% a lo largo de los días. Esta edición, además, tiene su mayor dureza en la segunda parte, a partir del miércoles. Así que no conviene llegar pasado de forma, que el cuerpo humano apenas aguanta dos semanas, tres a los sumo, rindiendo al 100%.
¿Cuál sería el esquema ideal para conseguir llegar en las mejores condiciones, en forma, pero fresco, al mes de julio? Primero, largos meses, de diciembre a abril, de trabajo de base, a ritmo suave o moderado, participando también en vueltas cortas para ir cogiendo fondo. Después, y sólo después, uno o dos meses de trabajo paulatinamente más intenso y específico: entrenamientos duros, con puertos como los del Tour, y un test serio en plena competición, o a lo sumo dos. Como la Dauphiné Libéré, por ejemplo, en junio. Lejos quedan los tiempos en que los grandes favoritos corrían el Giro un mes antes. Armstrong nunca lo corre, y este año apenas ha acumulado 29 días de competición previos unos 4.400 kilómetros.
En los primeros meses de entrenamiento, el organismo va cogiendo resistencia y preparándose para los intensos esfuerzos que le esperan en julio. Aumenta progresivamente el número de vasos sanguíneos (arterias y capilares) que le llevan sangre y nutrientes a las células (fibras) musculares y éstas aprenden a ser más eficientes: es decir, a contraerse gastando menos oxígeno. Esta última adaptación es fundamental, pues el corazón de un deportista de elite no es capaz de bombear tanta sangre oxigenada a los músculos como a éstos les gustaría. Precisamente, en las semanas previas al Tour hay que fortalecer el corazón al máximo. A base de trabajo de intensidad, como por ejemplo subiendo puertos a ritmo de competición. Este tipo de entrenamiento también fortalece a los llamados músculos respiratorios o ventilatorios, como el músculo diafragma. Y falta hace, pues tendrán que trabajar a fondo en las etapas de alta montaña, ayudando al pulmón a meter mucho aire: más de 100 litros por cada minuto que dura la subida a un puerto de los Alpes o Pirineos. Y muchas subidas duran más de 30 minutos.
Alejandro Lucía es catedrático de la Universidad Europea de Madrid