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Reportaje:MANIFESTA, EN SAN SEBASTIÁN

El cajón de sastre del arte

Jeremy Deller inaugura el sábado con un desfile en San Sebastián la bienal de arte contemporáneo Manifesta 5

Maribel Marín Yarza

Dicen que no hay que entender el arte, que basta con sentirlo. Quizá eso explique que todavía hoy, a una semana de la inauguración de Manifesta 5, haya gente que se pregunte qué va a ocurrir en San Sebastián entre el 11 de junio y el 30 de septiembre y sienta, cada vez que se menta esta bienal de arte contemporáneo que se encuentra ante un acertijo imposible de desentrañar.

La duda la resuelve así Lourdes Fernández, su coordinadora general: "Es una gran exposición de 56 artistas europeos, que realizarán y mostrarán sus obras en distintos puntos de la ciudad y de Pasajes". Ese es su esquema, marcado por el ánimo de ofrecer la posibilidad de que se conozca lo que se está cociendo hoy en Europa sin salir de San Sebastián, de mostrar en la periferia qué es arte de vanguardia y cómo se crea, de invitar a vivirlo, a amarlo o cuestionarlo.

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El resultado de la bienal, que cuenta con un presupuesto de 2.028.000 euros (1.350.000 aportados por el Ayuntamiento de San Sebastián, la Diputación de Guipúzcoa y el Gobierno vasco) sólo podrá juzgarse a partir del 30 de septiembre, pero se ha prejuzgado durante meses. En parte, porque la organización no ha sabido transmitir con claridad su contenido y se ha perdido en frases grandilocuentes y huecas -"Quizá empezamos a hablar demasiado pronto, antes de tener definidos los contenidos", reconoce Fernández-. Pero también se explica porque la bienal, como el arte de hoy, es un cajón de sastre donde todo cabe, hasta la escenificación de un concepto imposible.

Y el público no especializado, nada amigo de lo críptico y lo etéreo, mete todo en el saco del escepticismo. Lo mismo las imágenes del fotógrafo ucraniano Boris Mikhailov, con 62 años el artista más maduro de esta bienal, que la casa que el portugués Carlos Bunga ha construido en cartón para destruirla y hablar de "lo efímero de la vida", o la propuesta de Huseyin Alptekin, creador turco que colgará 18 carteles luminosos con nombres de hoteles en un callejón lleno de graffitis para jugar con los conceptos de hospitalidad y hostilidad.

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Manifesta 5 considera arte todo esto y mucho más: también una multitudinaria salida en bicicleta ideada por Patrick Tuttofuoco; las pinturas con las que Ángela de la Cruz cuestiona la propia pintura; la intervención del belga Jan de Cock en el astillero Ondartxo; la regeneración imaginaria de Pasaia por parte del grupo de Arquitectos del Instituto Berlage de Rotterdam o un desfile.

El sábado (20.00) Jeremy Deller, un artista británico que hoy cotiza al alza por ser uno de los cuatro candidatos al prestigioso Premio Turner de Arte Contemporáneo, abrirá precisamente con un desfile más de cien días consagrados a la creación. ¿En qué consistirá? Se sabe más bien poco, porque el elemento sorpresa, una de las bazas de la bienal, preside también este acto inaugural, en el que cantará Txetxo Bengoetxea. Sólo que el artista londinense, en ese intento por integrar Manifesta 5 en San Sebastián, se ha puesto en contacto con decenas de asociaciones, desde la ONCE a los surferos, para convertirles en protagonistas del estreno de la bienal, al que asistirán representantes de Manifesta Foundation, comisarios y restauradores de todo el mundo y destacados nombres del arte como Vicente Todolí, director de la Tate Gallery de Londres.

En ese momento, empezará a verse el trabajo que ha realizado a lo largo de dos años el equipo que lideran Fernández y los comisarios Maximiliano Gioni y Marta Kuzma, responsables de la polémica selección de los 56 artistas emergentes que protagonizan esta bienal -se ha cuestionado que de los seis españoles, cinco sean vascos: Iñaki Garmendia, Asier Mendizabal, Alejandro Zaera y Leire Bergara y Peio Aguirre, comisarios de un proyecto de revisión del arte vasco de los 70-.

La estrella fucsia de cinco puntas, conocidísimo emblema de la bienal, hace de guía para llevar al público a empacharse de arte en distintos escenarios de San Sebastián (el Museo San Telmo, la Sala-kubo del Kursaal, el Aquarium y el KM) y Pasajes (Ondartxo y Casa Ciriza, almacén de pescado transformado en pabellón artístico), para mostrarle el contraste entre lo burgués y lo industrial, para hablarle de la fragmentación del arte, de la ambigüedad, de lo local y lo global.

Gioni no se ha cansado de repetirlo. Hay que sacudirse el miedo y dejarse sorprender por Manifesta, una bienal que surgió como modelo alternativo a Venecia y a Documenta. "No hay que ser un experto para sentir el arte". Las propuestas son tantas y tan variadas que será difícil que el público no encuentre aunque sea una de su agrado.

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