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Reportaje:

El motor de las infraestructuras

El frenesí constructor ofrece grandes oportunidades inversoras al capital exterior

Hace 20 años, cuando China iniciaba su largo viaje hacia la economía de mercado, no había en el gigante asiático ni un solo kilómetro de autopista. La primera -18,5 kilómetros en Shanghai- no fue construida hasta 1988. Desde entonces, el asfalto no ha dejado de caer sobre las calzadas diseñadas por los ingenieros chinos. El año pasado vieron la luz 4.639 kilómetros de modernas autopistas, lo que elevó el total en el país a 29.800. Y para 2010, el Gobierno prevé más que duplicar esta cifra, con el objetivo, más adelante, de tejer una malla de 85.000 kilómetros que unirá todas las capitales de provincias y la mayoría de las ciudades de más de 200.000 habitantes.

Este frenesí constructor alcanza también a otros sectores. Porque China considera las infraestructuras una de las piedras angulares del desarrollo. La red de ferrocarriles tiene en marcha un ambicioso plan de modernización, destinado a incrementar la velocidad de funcionamiento de los convoyes a 160 kilómetros por hora en sus 60.000 kilómetros de vía. Actualmente, sólo se alcanza este ritmo en 7.700 kilómetros, y en la mayoría de la red los trenes circulan a menos de 100 por hora. A estos proyectos, hay que sumar otros más simbólicos, como el próximo trazado de una línea de alta velocidad entre Pekín y Shanghai, que supondrá una inversión de unos 10.100 millones de euros.

El Gobierno trata de paliar las carencias en algunos sectores y disminuir el desigual desarrollo entre las provincias costeras y el interior
El año pasado vieron la luz 4.639 kilómetros de autopistas, lo que elevó el total a 29.800. Y para 2010 se prevé más que duplicar esa cifra
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Carreteras, ferrocarriles, pero también infraestructuras energéticas o de telecomunicaciones han brotado por toda China al son de una economía que ha crecido a una media de más del 9% anual en las dos últimas décadas. La presa de las Tres Gargantas es un proyecto de dimensión imperial que ha modificado de forma drástica el paisaje chino y la vida de millones de ciudadanos. Otros, como puertos, aeropuertos y centrales térmicas han tenido menos repercusión, pero se suman a una larga lista, que ha convertido el país en una gran obra las 24 horas del día; una lista que se seguirá ampliando durante los próximos decenios y ofrecerá oportunidades de negocio para las empresas extranjeras. "A pesar de la velocidad a que está creciendo actualmente, China es todavía un país en desarrollo, y necesitamos otros 50 años para convertirnos en un país medianamente avanzado", ha dicho el primer ministro, Wen Jiabao.

Capacidad nuclear

Cuando el vicepresidente estadounidense, Dick Cheney, visitó Pekín el pasado abril, habló con los líderes sobre terrorismo y la crisis nuclear norcoreana. Pero en lo que se refiere a átomos, no se detuvo aquí. En la agenda traía una recomendación: la compañía Westinghouse como la más apropiada para hacerse con un buen tajo del programa atómico de su socio y rival económico. El gigante asiático, sediento de energía con la que alimentar sus ciudades e industrias, tiene previsto multiplicar por cuatro su capacidad nuclear para el año 2020, lo que le obligará a construir unos dos reactores anuales durante los próximos 16 años. "China tiene un grave problema de falta de energía, la situación es complicada", dice una fuente conocedora del sector. Según el Gobierno, el consumo crecerá un 12% este año, mientras que la capacidad de suministro (350 millones de kilovatios el año pasado) sólo lo hará un 9%.

Los cortes de fluido, que ya se han producido este invierno, van a multiplicarse con la llegada del calor. De momento, en Shanghai, las oficinas han sido advertidas que pueden ser obligadas a disminuir su consumo eléctrico un 20% con un preaviso de tan sólo cinco minutos, lo que obligará a parar ascensores y apagar luces y aire acondicionado.

"Hay un cuello de botella en infraestructuras, y el Gobierno está dispuesto a seguir invirtiendo en ellas, lo cual es una buena idea", asegura Dong Tao, economista responsable para China del banco de negocios Crédit Suisse First Boston. Se trata de paliar las carencias en algunos sectores y disminuir el desigual desarrollo entre las provincias costeras y el interior. Un proceso en el que ha sido invitado a participar el capital privado, incluido el extranjero.

Pero, al mismo tiempo, el Gobierno ha puesto los programas de infraestructuras bajo lupa. El recalentamiento que sufren algunas industrias y la redundancia de obras -algunas de ellas, simples escaparates para los dirigentes provinciales- han obligado a Pekín a tomar medidas y reconsiderar inversiones. Por ejemplo, ha controlado la emisión de bonos del Tesoro para financiar el desarrollo, y algunas futuras líneas de ferrocarriles metropolitanos han sido situadas en el apartadero.

También seguirá la euforia constructora en ciudades como Pekín, que está siendo transformada completamente con vistas a los Juegos Olímpicos de 2008. Valga como ejemplo que, para esas fechas, serán tendidos 148,5 kilómetros de vías de metro y ferrocarril ligero, lo que elevará el total a 202 y se pondrá en marcha el denominado sexto anillo de circunvalación, lo que elevará la longitud de autopistas en la municipalidad a 718 kilómetros. Habrán pasado, entonces, 20 años desde que se construyera el primer tramo de autopista en la burbujeante Shanghai.

Proyecto del Estadio Nacional Olímpico de Pekín.
Proyecto del Estadio Nacional Olímpico de Pekín.

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