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Israel cava un foso para aislar Rafah

El Ejército de Israel excavará una zanja para inutilizar los pasadizos palestinos

Jorge Marirrodriga

Un clavo saca a otro clavo y contra los que excavan, lo mejor es excavar, eso sí, más profundo. El Gobierno israelí planea la construcción de una gigantesca zanja en Rafah, a lo largo de la frontera con Egipto, para inutilizar los túneles que cruzan de un lado a otro de la demarcación y sirven, entre otras cosas, para introducir armas en Gaza para los movimientos radicales palestinos.

Los túneles son la razón oficial por la que se desencadenó la Operación Arco Iris saldada hasta el momento con 41 palestinos muertos, más de 100 edificios derribados y un solo túnel encontrado.

Todavía no está clara la profundidad ni la longitud final que tendrá el foso, según el responsable del departamento de construcciones del Ministerio israelí de Defensa, Abraham Haver, aunque está confirmado que saldrá a concurso público como una obra civil más. En cualquier caso, los israelíes han derribado los edificios que se encontraban a menos de 300 metros de la frontera y la mayoría de los túneles no se hallan a más de una decena de metros de profundidad. Ello es debido al método -artesanal o precario, según se prefiera- con el que se construyen. Los palestinos reconocen que aunque existen, tampoco son muy numerosos.

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"Un túnel no es algo tan fácil de construir. Es necesario encontrar una casa desde la que empiece el túnel y otra, al otro lado de la frontera, en la que esté la salida", explica un palestino residente en Gaza que pide no ser identificado por temor a los cuerpos de seguridad israelíes y palestinos. Tras elegir la vivienda, los constructores desde el lado palestino construyen una habitación secreta en la planta del edificio que puede estar por debajo del nivel del suelo y desde ésta comienza la excavación del túnel propiamente dicho. "No puede alcanzar más de unos quince metros de profundidad porque de lo contrario falta el aire", advierte la fuente.

Normalmente los túneles no tienen sistemas de ventilación. Facilitaría su localización y los hace mucho más caros. Un hombre tumbado excava un agujero por el que a duras penas cabe tumbado. Y así durante unos tres meses. El objetivo final no es que quepa una persona, sino grandes bolsas de deportes o cestos cerrados donde irán las mercancías. Cuando el túnel está acabado, un sistema de poleas entre ambos lados de la frontera permite el acarreo de armas, drogas -especialmente hachís- y toda clase de productos. En 20 años que dura el fenómeno, han existido túneles de todo tipo, incluso alguno dotado de una especie de raíles que facilitaba el transporte.

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"Uno de los mayores problemas es deshacerse de la tierra que se excava. Hay que sacarla en cantidades muy pequeñas para no levantar sospechas", dice el palestino. Y es que no sólo hay que librarse de las miradas indiscretas de los informantes palestinos que trabajan para Israel, o de la inteligencia palestina, sino también de las otras bandas que controlan el negocio de los túneles. Porque, a pesar de que también sirvan para el contrabando de armas con destino a los grupos radicales palestinos, la mayoría de los túneles tienen una gestión privada. Pertenecen a jefes de bandas locales a ambos lados de la frontera que los alquilan para otros transportes. Periódicamente los militares israelíes procedían a enterrar explosivos y los hacían estallar, con el fin de que el temblor de la tierra inutilizara los túneles. Otras veces los descubrían horadando con sus excavadoras, pero nunca llegaban a paralizar totalmente el trasiego.

En la superficie, ayer los militares israelíes se retiraron definitivamente del barrio de Tel al Sultan, pero todavía había presencia de tropas en la barriada de Al Brazil, donde por tercer día consecutivo se repetían las escenas de hombres, mujeres y niños tratando de recuperar sus pertenencias de entre los escombros dejados por las excavadoras y los dinamiteros.

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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