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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Vida transformada

De thriller académico y de novela erudita califican sus editores en la contraportada de su edición española esta novela de la escritora británica Patricia Duncker. Por una vez se trata de una definición justa siempre que sustituyamos el sustantivo inglés thriller, cargado de misterio y suspense, por el castellano intriga, más adecuado a la naturaleza de la historia que se narra. Duncker, profesora de literatura y autora de varios ensayos sobre literatura gay y feminismo, elige para su primera novela, con la que ganó en 1997 el Premio Dillon, una trama que la libra de una de las mayores dificultades con las que todo novelista se encuentra: la edificación de un mundo propio, autónomo, que no necesite para su comprensión del sustento de ningún sistema conceptual o literario previo. Como su título ya anticipa, Duncker opta en La locura de Foucault por el más socorrido procedimiento de crear un artefacto literario que, siendo ficción, funciona sin embargo como una suerte de roman à clef en el que casi todos los elementos remiten a aspectos fácilmente identificables de la vida y la obra del filósofo francés Michael Foucault. Hay que decir en favor de Duncker que no es necesario saber de Foucault, ni conocer su existencia, para disfrutar con la lectura. Duncker no resucita a Foucault, ya que éste no aparece como personaje sino de forma oblicua. Lo que hace es ilustrar buena parte de las tesis del filósofo, acerca de la transgresión, el sexo, la locura o la capacidad transformadora de la existencia, creando un personaje que es en sí mismo un álter ego de Foucault, admirador suyo así como plasmación viva de sus obsesiones: un novelista, homosexual y con pasado revolucionario, que ya no escribe y que pasa por loco encerrado en un sanatorio psiquiátrico. Su nombre (Paul Michel) es el mismo con el que Foucault fue bautizado, y el primer sanatorio en el que supuestamente ingresó, justo en el año de la muerte de Foucault, es el mismo en el que éste hizo sus prácticas como estudiante de psicología. Aunque estos datos no los da Duncker son reveladores de la argamasa de la que se sirve, así como de buena parte de sus intenciones. Su aportación más personal es una indagación acerca de la naturaleza de la relación que une a un autor con sus lectores. "El amor entre un escritor y su lector es algo que jamás se celebra", escribe Paul Michel en uno de los textos a él atribuidos que aparecen en la novela, y a esa celebración se entrega Duncker. Por un lado, Foucault fue el lector de Paul Michel, aquél para quien éste escribió toda su obra, y quien al morir le arrebató, por eso, el deseo de seguir escribiendo, y por otro, Paul Michel encontrará un nuevo lector en la figura de un tesinando, el narrador de la novela, que, mientras escribe su tesis sobre Paul Michel, se enamora de una investigadora que le revelará el paradero del escritor y le animará a ir a su encuentro. Ese viaje, que acabará siendo para el narrador un viaje a las razones de la locura de Paul Michel a la vez que un descubrimiento de sí mismo, de los límites que no imaginó que transgrediría, es el centro de una trama que, aunque bien dosificada, a veces bordea la inverosimilitud cuando no el kitsch intelectual.

LA LOCURA DE FOUCAULT

Patricia Duncker.

Traducción de Miguel Martínez-Lage

Alianza. Madrid, 2004

217 páginas. 14 euros

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