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Primeras pruebas científicas del efecto cardioprotector de la dieta mediterránea

Un ensayo controlado confirma que este modelo dietético reduce el riesgo de arteriosclerosis

Las tan proclamadas bondades de la denominada dieta mediterránea empiezan a apoyarse sobre evidencias científicas del máximo nivel. Los beneficios de este tipo de dieta para la salud cardiovascular que han apuntado ya numerosas investigaciones epidemiológicas y clínicas de limitado alcance se están confirmando en el estudio español Predimed, un macroensayo de intervención primaria que ha de analizar en un periodo de tres a cinco años los efectos de la dieta sobre 12.150 personas con alto riesgo de enfermedad cardiovascular.

El objetivo es obtener las pruebas científicas suficientes para plantear la dieta mediterránea tradicional -en la que abundan las frutas, los cereales, las verduras, las legumbres y el pescado- como una intervención preventiva de salud pública.

Los primeros resultados del estudio, extraídos a partir del seguimiento durante tres meses de un millar de pacientes, han demostrado que una dieta mediterránea con un suplemento de aceite de oliva virgen (unas tres cucharadas soperas al día) incrementa la fracción HDL del colesterol, el denominado colesterol bueno, que protege contra la arteriosclerosis y, por tanto, contra el accidente cardiovascular. Los investigadores han observado que si a la misma dieta se añadían frutos secos (30 gramos diarios como mínimo), se lograba una "significativa" reducción de la concentración sérica de los marcadores de inflamación vascular relacionados con la aparición y el desarrollo de la arteriosclerosis.

En los dos grupos de pacientes se observó asimismo una disminución de la presión arterial, una reducción que se produjo también, aunque de forma menos significativa, en el grupo de control, al que se recomendó el seguimiento de una dieta pobre en grasas, sin distinción entre las monoinsaturadas o poliinsaturadas (presentes en el aceite de oliva y los frutos secos) y las saturadas (presentes en la mantequilla y otros derivados lácteos, entre otros productos). Los primeros resultados de la investigación fueron considerados ayer "muy esperanzadores" por Ramon Estruch, del hospital Clínico de Barcelona y uno de los coordinadores del estudio.

Sin aumento de peso

Estruch destacó que no se ha observado un aumento de peso en los grupos de pacientes a cuya dieta se ha añadido aceite de oliva virgen y frutos secos. Este resultado cuestionaría las recomendaciones dietéticas estándar en EE UU, tendentes a limitar el consumo de frutos secos y el de todo tipo de aceites, sin distinguir entre los saturados y los insaturados. A estos últimos se han atribuido en gran parte los beneficios de la dieta mediterránea, un concepto acuñado, paradójicamente, por investigadores norteamericanos en los años sesenta.

En el ensayo participan personas de una edad media de 67 años con elevado riesgo de accidente cardiovascular: la mayoría de ellos fuman, el 56% son diabéticos, el 87% tienen sobrepeso, el 60% hipercolesterolemia y el 74% hipertensión, entre otros factores.

Los investigadores pretenden reclutar a medio plazo a la totalidad de las 12.150 personas de toda España que han de participar en la investigación. Durante tres años, prorrogables a cinco, se efectuará un seguimiento exhaustivo de los pacientes para conocer el efecto de la dieta sobre las enfermedades cardiovasculares y sobre otras variables como la mortalidad, el cáncer y las demencias.

El estudio, que se enmarca en la Red Temática sobre Nutrición y Enfermedad Cardiovascular promovida por el Instituto de Salud Carlos III de Madrid, pretende asimismo obtener evidencias científicas sobre el efecto protector para el sistema cardiovascular que varios estudios han atribuido al vino tinto, otro componente fundamental de la dieta mediterránea. En concreto, las distintas investigaciones epidemiológicas han sugerido que el consumo moderado de vino incrementa el colesterol HDL y tiene un efecto antitrombótico. La investigación incluye un análisis genético de los pacientes, para identificar si los individuos con determinadas características genotípicas se benefician más de una dieta de tipo mediterráneo.

Estruch destacó que con los resultados preliminares del estudio ya se ha constatado que es posible mejorar los hábitos alimentarios incluso en las personas de edad avanzada con costumbres arraigadas.

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