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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Mi niña perdida

En la noche del pasado 15 de abril recibí una llamada sobre las 22.45, estaba ya muy relajado en la cama oyendo la radio con unos minúsculos cascos, es como mi chupete, y preparando cuerpo y alma para el descanso.

Por mi trabajo puedo tener llamadas a horas intempestivas y totalmente inusuales, por lo que en principio no me sorprendí; sin embargo, al reconocer la voz de mi alcalde, supe inmediatamente que algo ocurría y por eso mientras me contaba yo ponía ropas en mi cuerpo.

-Se ha perdido una niña.

-¿Dónde hay que ir?

-Carretera de Miraflores.

-En un minuto estoy allí.

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Mi mente sufrió una convulsión, creo que estoy preparado para muchas cosas, mas tratándose de niños no, no, no y mil veces no y mil millones de veces no y no y no, con ellos me deshago, toda mi fortaleza se derrumba rota en mil pedazos, mi atalaya se transforma en sima profunda, la luz del espejo se empaña y todo mi pensamiento se torna en trasvasarme a la situación que esa criatura está viviendo, sufriendo y padeciendo como es el caso de una niña perdida.

A esta niñita la conozco, pero esto es lo de menos, ya me imaginaba su cara en la oscuridad de la noche con una imagen de miedo en su mente, con fantasmas por todos lados, con sombras cual lobos feroces husmeando a su alrededor y ella solamente protegida con sus mocos saliéndole de la nariz por el frío de la noche y también resguardada al abrigo de las permanentes lágrimas.

Quizá sea algo exagerado en mis pensamientos, tal vez todo está en el torbellino de mi mente, pero es así como lo siento y así es como lo vivo y lo escribo.

Con los niños siempre aplico eso de "tolerancia cero" hacia las agresiones que les vengan, hacia sus sufrimientos, sus lesiones, padecimientos y toda cosa, hecho, suceso o acción que no les provoque una sonrisa, una alegría, una chispa de felicidad en sus brillantes, tiernos y dulces ojos.

Mis dos hijos lo saben y algunas veces creo que abusan de eso, pero no me importa.

Es de destacar, con inmensa alegría por mi parte, que cuando llegamos a la vivienda para organizarnos ya había muchos vecinos y que algunos de ellos estaban por el pinar con sus linternas y sus llamadas de "¡Carmen, Carmen!".

Nos repartimos en grupos de dos personas, la Guardia Civil de Miraflores, también y la gente seguía acudiendo a la llamada de urgencia.

Empezamos peinando los aledaños de la vivienda unos por aquí y otros por allí, y a la media hora de iniciar la dramática búsqueda se oyó una voz de "ha aparecido" inmediatamente y como si se tratase del eco en las montañas íbamos todos repitiendo el mismo mensaje, contagiados de la inmensa alegría y compartiendo ese sentimiento con los más alejados de nosotros.

Ese momento es indescriptible, el pecho se relaja, el alma descansa y la alegría discurre por las venas como torrente embravecido, ya no tienes prisa y estás feliz, es cuando se hace presente y palpable que quizá te has arañado en las manos, que tus pies están mojados por la humedad y los charcos, pero también que el héroe que todos llevamos dentro ha cumplido su misión formando parte de un equipo compacto y con un único objetivo.

Misión cumplida. OK, que quiere decir "0 Killer".

Esa noche Carmen durmió donde tiene que dormir, en su linda casa, bajo el mismo techo que su hermano, abrigada en su cama, y protegida por sus padres.

Me siento bien, los vecinos nuevamente han estado presentes y colaborando; la Guardia Civil, también y Carmen en su casa con los suyos.

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