Dios y el árbol del Coral
Dios es todopoderoso. Si esa prostitución infantil que florece en tantas partes de este bendito mundo, o bien el gobierno planetario de ignorantes y malintencionados dirigentes, o los desastres y guerras en los que siempre mueren los mismos y por las mismas causas de siempre... si todas estas desgracias son, entre muchas otras, problemas que nunca encuentran solución, ello debe ser porque Dios seguramente no entra en minucias humanas. Pero no dudo de que Dios intervendrá en algo mucho más importante.
Las obras del metro de Sevilla cortan una avenida, y a nuestra intocable Semana Santa se le trastocan los itinerarios. Dios, presente, infunde en sus hacendosos hijos predilectos la solución de que las imágenes que lo necesiten den un rodeo atravesando el hotel Alfonso XIII. Pero, ¡ay!, la naturaleza se muestra díscola con su Hacedor, y hete aquí que una de las ramas principales de un árbol del Coral, especie protegida y hermosa que adorna desde hace lustros uno de los pasos del hotel, se interpone entre las imágenes y el cielo catedralicio. Dios, omnipotente, consigue que de momento el hotel haya admitido amputar al descarriado ser vegetal, siempre que nuestras progresistas autoridades, siempre atentas a lo divino, acepten. Ni la piadosa y sacramental cofradía, ni estas autoridades, que no dudan en representarnos a todos en actos litúrgicos que, para más INRI, pagamos entre todos, han dicho ni una sola palabra a favor del bueno del árbol. Y yo me temo lo peor, porque estamos hablando del poder de Dios...
Algún día abandonaré para siempre esta ciudad, y me iré a las Antípodas, aunque tenga que amputarme algunas raíces, huyendo despavorido de la enorme dosis de estupidez que nos rodea en esta sacrosanta ciudad de beatos, beatones y beatistas.
