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VISTO / OÍDO
Columna
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Viva la tregua

Los tengo pequeños y viejecitos, arrugaditos, pero capaces de decir que ojalá el Gobierno que salga del 14 de marzo, aunque fuera -por un casual- el de Rajoy, debería seguir el ejemplo catalán y hacer tregua con ETA. Hubiera podido hacerlo Aznar cuando su papagayo Rajoy gritó lo de "tregua trampa" y anuló unas esperanzas de ahorrar víctimas; luego el jefe encalabrinó al País Vasco normal, incluso con el habla de su portavoz el fastidioso Otegi. Una tregua de quien mata, aunque sea todo lo siniestro, asesino y asesinable que es un enemigo, es algo que escuchar. Hablo como ciudadano universal, no como súbdito. Y atónito, porque oigo decir algo que equivale a esto: "¡Matad también en Cataluña, que son españoles! ¡Que no se crean que son otra cosa!".

El sueño de la razón duerme a grito soez y electoral (lo mismo). ETA mata sin piedad y sin distingos desde hace cuarenta años, desde Melitón Manzanas, asesino y torturador a su vez, pero condecorado y enaltecido a la condición de Víctima del Terrorismo: del feo, no del franquista contra los rojos. En ese alud de sangre han caído grandes y pequeñas personas dignas de vivir. Toda clase de regímenes, desde el de garrote y pelotón del propio Franco, han tratado de acabar con el terrorismo vasco y no han podido: ni los estados de excepción, ni los procedimientos ilegales, ni las cárceles, ni las torturas; simplemente, no han podido. Algunos hemos dicho, desde nuestra negación total no sólo del terror, sino del nacionalismo, sea el que sea, que hay que negociar. No se puede buscar solución, no la hay: pero se puede encontrar salida. De todos estos sistemas, el peor ha sido el de Aznar, por su condición de víctima, quizá porque hizo dos promesas si salía -exterminar a ETA y abandonar el Gobierno en la segunda legislatura- y las cumple.

Para mucha izquierda, el último atentado de ETA es esta bomba política de sus truculentos encapuchados, quizá independiente de Carod; pone en peligro las elecciones. Creo que prefiere como gobernante a Aznar: cree en la política de lo peor. Para eso hay que suponer que la izquierda, la fuerte y la tenue, votan al que no negocia y abandonan al pacifista. No sé cómo los tendrá Zapatero y Dios me libre de verlos: pero se lo juega todo. Si se pliega al PP, perderá. Las elecciones y su carrera.

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