Sobre los 'padres de ocasión'
Gracias por su artículo sobre el invento de un padre de ocasión para rellenar formularios administrativos en España cuando una madre soltera tiene un hijo (EL PAÍS, página 32, 8-2-04) y la discriminación contra la mujer en el Registro Civil. Me acuerdo de hacer de pie la larga cola para registrar el nacimiento de mi hijo, cuando aún padecía las secuelas del parto (sólo la madre puede realizar la inscripción).
Mi alivio al sentarme y empezar los trámites fue mermado por la actitud del funcionario, quien me trató como a una subnormal por no querer que figurase ningún nombre en la casilla de "padre". Me impuso un nombre ficticio ("Daniel" -Dios y el señor funcionario sabrán por qué-), un invento falso que me produce arcadas cada vez que lo veo al lado del mío como padres de mi hijo. El día siguiente intenté cambiar el nombre, poniéndole el nombre real de su padre, pero no me lo permitieron.
Por suerte, tuve que registrar su nacimiento también en el Consulado Británico, donde le dieron su identidad europea de hijo mío, sin ahondar más. Ahora a mi hijo, que ya ha asistido durante 13 años al colegio público y a las bibliotecas en España con su identidad europea y sin ninguna discriminación aparente, le van a conceder la nacionalidad española. Él sabe muy bien quién es su padre biológico, un señor a quien respetamos mucho. Al ver su nuevo documento de identidad, ¿va a sentir la misma humillación que yo cuando vea el cambio de su anterior identidad a la de hijo de un tal "Daniel"? ¿Cómo se lo explicamos? ¡Qué suerte tener el nombre del tío favorito de un funcionario desconocido en todos tus documentos! Como ciudadana que elige ser española por amor a la España de hoy, ruego públicamente que la Administración anule esta exigencia, que no es más que un anacronismo de otros tiempos ya afortunadamente muy lejanos.
