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Reportaje:LA POSGUERRA DE IRAK

Seis hombres para Irak

Annan abordará con los líderes de las distintas fuerzas políticas iraquíes el papel de la ONU en el futuro del país

Jorge Marirrodriga

Cuando el secretario general de la ONU, Kofi Annan, reciba mañana a una delegación del Consejo de Gobierno iraquí para tratar del inminente traspaso de poder, que debe estar terminado en apenas cinco meses, y del papel de Naciones Unidas en el nuevo Irak, se encontrará ante los representantes de un país donde apenas media docena de hombres, muy diferentes entre sí, deben ponerse de acuerdo sobre la estructura final de este Estado árabe. Políticos, guerrilleros, hombres de negocios y religiosos, estos son los seis nombres de las principales figuras de Irak.

Adnan Pachachi. Desde la caída de Sadam Husein en abril de 2003, este octogenario es el candidato de consenso para asumir la presidencia del país una vez que se traspasen los poderes al Gobierno iraquí. Suní, pero partidario de un Irak laico; con una brillante carrera política y diplomática en defensa de los intereses de su país y represaliado por el partido Baaz, Pachachi goza de gran prestigio entre chiíes y kurdos. De educación británica, pasó parte de su exilio en Abu Dabi y trabajó como consejero del Gobierno de Emiratos Árabes Unidos, lo que le permitió establecer unas privilegiadas relaciones con las monarquías del Golfo. En la casa que ahora vive, situada frente a una gigantesca mezquita a medio construir iniciada por Sadam en pleno embargo económico, trabajan numerosos colaboradores del líder de los Demócratas Independientes Iraquíes, quien se ha convertido en el favorito de EE UU para liderar la política iraquí en los próximos años. En su contra tiene que es un desconocido para los jóvenes chiíes que recelan de los suníes.

Aunque no figura en el Consejo de Gobierno, el gran ayatolá Sistani es el poder real en Irak
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Abdel Aziz al Hakim. Siempre eclipsado por la figura de su hermano, el carismático ayatolá Mohamed Baqer al Hakim, Abdel Aziz se encontró a la cabeza del Consejo Supremo para la Revolución Islámica en Irak (CSRII) cuando Mohamed fue asesinado en agosto de 2003 en un sangriento atentado perpetrado en el mismo corazón del chiísmo, el mausoleo de Alí en Nayaf, que causó casi un centenar de muertos. Además de encabezar el partido político más importante por número e influencia de Irak, dirige las Brigadas Bader, un ejército armado y entrenado en Irán que le sirve de guardia pretoriana y protege los lugares sagrados del chiísmo. Mantiene estrechas relaciones con el régimen de Teherán y reivindica la proximidad histórica entre ambos países. Sus detractores le tachan de espía. Sus relaciones con la autoridad estadounidense en Irak son fluidas y quienes le tratan señalan que es un negociador y no un dogmático. En Bagdad ocupa la vivienda, a orillas del Tigres, que perteneció al vicepresidente Tarek Aziz. Desde allí trata de contrarrestar los movimientos de sus mayores adversarios, los radicales islámicos chiíes, encabezados por Moqtada al Sader, partidario del enfrentamiento abierto con EE UU.

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Masud Barzani. Hijo de Mulá Mustafá, un prestigioso líder kurdo apadrinado por Stalin, Barzani gobierna en la mitad occidental del Kurdistán iraquí desde Erbil, una pequeña ciudad que arrebató en los años noventa a su archienemigo, el también kurdo Jalal Talabani, con la ayuda del Ejército de Sadam Husein. Le pagó el favor con la entrega de numerosos enemigos que se habían refugiado en Kurdistán. Barzani cree en la unidad de Irak, aunque reclama un estatus especial para el norte del país, que ha vivido en la independencia práctica desde 1991. Manda sobre unos 30.000 hombres armados y su interés más importante es hacerse con Mosul, tercera ciudad de Irak cuya provincia está plagada de yacimientos petrolíferos y desde donde parte un estratégico oleoducto. Barzani la reclama como capital kurda a la vez que libra una pugna soterrada con Talabani por el control de la segunda ciudad: Kirkuk.

Jalal Talabani. Educado, tranquilo y prooccidental, Talabani es visto por muchos iraquíes no kurdos como el verdadero peligro para la integridad territorial de Irak. Sus 30.000 peshmergas de la Unión Patriótica del Kurdistán controlan la mitad de la región. En su capital, Suleymaniya, las jóvenes pasean en pantalón vaquero y en numerosos establecimientos se vende alcohol. Al contrario que Barzani, quien cuando acude a la capital iraquí se aloja en un hotel, Talabani posee una vivienda en un lujoso barrio de Bagdad desde la que su hijo, educado en Washington, hace de interlocutor con los representantes occidentales. "No parece iraquí", repiten en Bagdad. Talabani aboga por un federalismo que reconozca el statu quo de independencia kurda. Fiel a su estrategia, en vez de hacer reclamaciones públicas, envía de vuelta a Kirkuk -para hacerse con el control de esta ciudad clave- a miles de refugiados kurdos que fueron expulsados por Sadam.

Ahmad Chalabi. Según una encuesta realizada por la Administración estadounidense para Irak, es el miembro del Consejo más conocido (un 33%) y más odiado (30%). Perteneciente a una conocida y multimillonaria familia chií de Bagdad que perdió todo cuando Sadam nacionalizó sus fábricas de harina, llevaba fuera del país desde 1958 cuando marchó al Reino Unido para estudiar. A su regreso, tras la caída del régimen de Sadam, su rostro era desconocido para los iraquíes, pero su mala fama no. Acusado y perseguido en Jordania por quiebra fraudulenta de la Banca Petra, Chalabi es considerado un ladrón por el iraquí de la calle. En un error de cálculo político, en los meses anteriores a la guerra, Washington vio en él un candidato sólido para acceder a la presidencia iraquí como hombre fuerte siguiendo el modelo de Hamid Karzai en Afganistán. La OTAN entrenó en Hungría a una milicia que constituiría el embrión del nuevo Ejército iraquí y Chalabi fue puesto al frente de un partido, el Congreso Nacional Iraquí, pero el desprestigio del personaje es tal que la operación se mostró inviable. Ninguno de sus compañeros en el Consejo de Gobierno confía en él. Pese a ello, mantiene sus apoyos en EE UU, no en vano es un laico de educación occidental.

Alí al Sistani. Aunque no forma parte del Consejo de Gobierno, el gran ayatolá Sistani es el auténtico líder con poder en Irak. Su palabra es ley para prácticamente el 60% de la población y las autoridades estadounidenses son conscientes de que cualquier objeción por su parte al proceso de transición supone un obstáculo muy difícil de salvar. Se trata del religioso más respetado y con mayores conocimientos sobre el islam de Al Hawza, el centro religioso situado en las cercanías de Nayaf, cuya influencia se extiende desde Irak hasta Irán. En su escuela coránica se formó, por ejemplo, el ayatolá Jomeini. Es un hombre reservado y sus declaraciones públicas son contadas, lo que multiplica su efecto sobre los chiíes. Desde la caída de Sadam se ha caracterizado por su moderación y por evitar la confrontación directa con los estadounidenses, quienes, conscientes de su poder, han llegado con él a acuerdos sobre varias zonas de Irak, especialmente las ciudades de Nayaf y Kerbala, en cuyos centros no penetran las tropas internacionales. Al terminar la guerra emitió un decreto que prohibía tanto los saqueos como los ataques a las tropas extranjeras. Cuando sus seguidores le preguntaron por qué no llamaba a la guerra santa contra los estadounidenses, contestó: "Si lo hiciera me convertiría en un traidor al islam".

Masud Barzani (izquierda) y Jalal Talabani, con Danielle Mitterrand en Erbil (Irak) en octubre de 2002.
Masud Barzani (izquierda) y Jalal Talabani, con Danielle Mitterrand en Erbil (Irak) en octubre de 2002.REUTERS

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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