_
_
_
_
_
Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Mario Merz, un legado visionario

Con el fallecimiento de Mario Merz, a los 78 años, el dominio extenso de la escultura contemporánea pierde a uno de los grandes visionarios que convulsionaron de forma decisiva los comportamientos, límites conceptuales y estrategias poéticas del medio en el tercio final del siglo XX. Nacido en Milán el primer día de enero de 1925, pero criado en Turín, Merz orienta inicialmente sus pasos hacia la medicina hasta que se imponga, hacia el umbral de los cincuenta, la vocación artística que vertebrará su biografía.

De formación autodidacta, su trayectoria temprana se centra en el campo de la pintura y no será hasta mediados de los sesenta cuando compagine esa vía con trabajos de corte objetual. Precisamente en el 67, Merz se integrará, junto a Anselmo, Boetti, Fabro, Kounellis, Paolini, Penone, Pistoletto y Zorio, en el colectivo de artistas que, con la complicidad teórica de Germano Gelant, darán curso al llamado movimiento de "arte povera". Cercano, en la apropiación del objeto, los desechos y materiales cotidianos a los usos neodadaístas de los Nouveaux Réalistes y Fluxus, así como, en la ocupación escénica del espacio específico, a las propuestas del Minimal, los povera anticipan buena parte de las pautas metafóricas y modos de instalación que han modulado el perfil de las modas dominantes en la práctica artística de las últimas décadas.

Y de hecho, junto con Kounellis, Merz es quizás, dentro de la estela del povera, quien ha acabado por conformar un paradigma cuya influencia arroja una sombra de mayor alcance sobre las generaciones posteriores. Algo que, en su caso, tendrá origen en el poderoso impacto magnético de una sintaxis alegórica desarrollada a partir de la apelación a una serie de arquetipos que integran su vocabulario distintivo: los animales totémicos asociados a los registros pictóricos de su trabajo, la apelación -por lo general, mediante el uso del neón- a las series numéricas de Fibonacci, así como las estructuras primordiales de la espiral y, ante todo, del iglú. Sin duda, el icono del iglú, reedificado una y otra vez con el empleo de los materiales más dispares, acaba sedimentando el núcleo más íntimo de la aventura visionaria de Merz y en el que el propio artista sitúa un signo del destino de la escultura que, en sus propias palabras, deviene "un lugar cuyo interior y exterior deben ser imaginados".-

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_