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Juristas, tecnología y accidentes

En su discurso del 14 de julio del año pasado, Jacques Chirac, recién elegido presidente, puso tres objetivos básicos para Francia: la lucha contra el cáncer, la integración de los minusválidos y la seguridad vial.

Convencido de que educación y sanciones eran dos caras de una misma moneda, se puso en marcha un plan que un año después ya había dado sus primeros resultados: las reducciones de víctimas rondaban el 30%. De hecho, el éxito de estas medidas explica y justifica en buena parte las decisiones recientemente tomadas por la DGT, endureciendo el Código de Circulación español.

No obstante, la decisión gala de reducir este insoportable impuesto de víctimas que para los países latinos tiene la movilidad por carretera (y que Iñaki Gabilondo recuerda sistemáticamente todos los lunes, como ayer, con 24 muertos durante el fin de semana) tiene una nueva dimensión: el uso de las nuevas tecnologías.

"Las primeras estimaciones son claras: los franceses han empezado masivamente a levantar el pie del acelerador"
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La primera empezó el mediodía del pasado 31 de Octubre, cuando en los bordes de las carreteras empezaron a funcionar los primeros radares automáticos, que remiten telemáticamente de forma inmediata a una central de policía los posibles excesos de velocidad y allí, ante el vídeo, prueba del posible objeto de infracción, se elabora la correspondiente denuncia de forma automática.

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Los franceses son conscientes de que pueden existir algunas dudas sobre la legalidad del proceso, pero han decidido, tras las oportunas reformas del código, llevarla adelante. Más allá de la tecnología, la medida es ejemplar en muchos aspectos, al jugar el doble papel de prevenir y sancionar. La presencia del radar está perfectamente anunciada, y la transmisión de la imagen y la reacción del agente de tráfico son inmediatas. Las primeras estimaciones son claras, los franceses masivamente han empezado a levantar el pie del acelerador.

Estos radares automáticos son una pieza más en una estrategia meditada : mayor severidad del sistema judicial ante la conducta en la carretera, campañas de sensibilización sobre los efectos del alcohol, e incremento del respeto a la presencia del agente, sea éste percibido en persona o por la telemática. En un país como el nuestro, en que hay gabinetes que se anuncian diciendo: "le recurrimos cualquier multa de tráfico", aprovechando un sistema jurídico que obviamente no parece adaptado a las circunstancias y a la magnitud del problema, hay que tomar nota de lo que el Gobierno Raffarin está haciendo, incluso en horas bajas de popularidad política.

Los tecnólogos somos conscientes de que, además del exceso de velocidad, existen otras causas promotoras de accidentes, tales como alcoholemia, no respeto a las distancias de seguridad, intimidación al conductor que se asume que va demasiado lento etc., que será muy difícil que podamos detectar y sancionar de forma automática. Pero en materia de control de velocidad, la tecnología está haciendo todo lo que el derecho le deja.

Queda mucho por hacer e investigar, fuera y dentro de la tecnología, para que el sentimiento egoísta no se imponga al respeto por el otro. Se trata de compartir un espacio público, la carretera, no de ampararse en él para hacer lo que a cada uno le parezca.

Cuando tanta gente parece militar en grupos de defensa a ultranza del automóvil, cuando la responsabilidad del accidente se busca en un punto negro mal señalizado o en mantenimientos inadecuados, pero nunca en un conductor que no hace un uso racional de una máquina tan fantástica como es el coche, la decisión del Gobierno francés es absolutamente admirable. Si existe voluntad política, hasta los grandes grupos de presión tiene que ceder. Cientos de familias a fin de año deberían agradecérselo, aunque éste sea el drama de la prevención, que el que no sufrió el accidente, ignora que le pudo haber tocado a él.

Gregorio Martín es catedrático de Ciencias de la Computación y director del Instituto de Robótica de la Universitat de València.

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