Literatura en busca de raíces
La historia reciente muestra que Japón es un país en constante forcejeo y comparación con Occidente. A raíz de su derrota en la Segunda Guerra Mundial y especialmente en las décadas de los cincuenta y los sesenta, Japón queda sumido en una lucha entre tradición y modernidad, algo que, de un modo u otro, se ve en las lecturas aquí reseñadas. Como la del estudio de antropología cultural de Ruth Benedict en El crisantemo y la espada, o la de Mikiso Hane cuando explica en Breve historia de Japón que la aceptación de la declaración de Potsdam en 1945, tras la pérdida de la guerra, trajo consigo numerosas reformas, suprimiéndose los elementos militaristas y ultranacionalistas que habían caracterizado los planes de estudio anteriores. La contienda marca un punto de inflexión en el que Japón inicia la búsqueda de una identidad, algo que se aprecia en la literatura.
De la generación de la posguerra, Yukio Mishima y Junichiro Tanizaki son dos de los autores más relevantes. Mishima (1925- 1970) está considerado, junto al premio Nobel Kenzaburo Oé, como uno de los abanderados de una corriente literaria que se preocupa por la defensa de las tradiciones y los valores japoneses, que, a su juicio, comenzaban a diluirse -paradójicamente, los estudiosos consideran que la obra de Mishima está muy influida por los valores occidentales-. La obra de Mishima se centra en valores como la muerte o el militarismo, como se ve en El marino que perdió la gracia del mar o cuentos como La perla. En el primero relata la historia de un niño que espía a su madre y al marinero amante de ésta. Además de la violencia y el militarismo (él mismo formó un minúsculo ejército), el sexo y la muerte son temas omnipresentes en el libro. Sobre el haraquiri (suicidio ritual que él mismo cometió) escribe en Patriotismo, cuento integrado en La perla: "El hecho de que aquellos hermosos ojos observaran cada minuto de su muerte equivalía a ser llevado al más allá en alas de una brisa fragante y sutil".
Oé, Nobel de 1994, trata el descubrimiento de uno mismo a través de lo extraño en La presa, un breve relato en el que la aparición de un soldado negro estadounidense, capturado durante la guerra del Pacífico en una pequeña aldea japonesa, dará pie desde los ojos de un niño a las sensaciones de asombro y terror que produce el descubrimiento de lo ajeno.
Por último, en esta línea de la defensa de los valores japoneses, aunque escrito en 1933 (este libro no habría sido posible en estos términos una década después), Yunichiro Tanizaki (1886-1965) aborda en El elogio de la sombra una delicada defensa de lo japonés. Un ensayo conmovedor sobre la sencillez de las tradiciones de su país desde la defensa de valores arquitectónicos como la luz, o mejor dicho la sombra, y la levedad en las formas y los materiales propios de los orientales, y, de paso, alejado de los temas de su obra novelística, como por ejemplo, La llave. Es una de las lecturas que permiten adentrarse en la idiosincrasia de Japón a través de una literatura pionera tanto metodológica como temáticamente, que, en casos como el de Mishima o la obra novelística de Tanizaki, indaga en temas hasta entonces tabú como el sexo, la violencia o la homosexualidad.
