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CRÓNICAS DEL SITIO
Columna
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¿Cómo pudo llegar a sucedernos?

Me he quedado mirando a mis alumnos, preguntándome cómo voy a explicarles dentro de apenas dos años lo que sucedió.

Que en el año 2003 sus padres decidieron romper veinticinco años de convivencia dando comienzo a una nueva guerra de los Rose. Sus vecinos de escalera dejaron de dirigirles la palabra y empezaron a mirarles como apestados cuando se cruzaban con ellos. La panadería de los tíos y la mercería de la prima perdieron la mitad de su clientela. Varias fábricas cerraron o se trasladaron a otras regiones.

La mitad de los bares del barrio desaparecieron. La cuadrilla de amigos con los que antes salían, se había partido en dos y los amigos de toda la vida se trataban como enemigos o no se trataban en absoluto.

"Pues el odio se había ido extendiendo como un humo espeso y negro pegado al suelo"
"Todo empezó cuando alguien encontró un proyecto ilusionante para la mitad de la población"

Habían tenido que dejar de acudir a la disco del pueblo de al lado porque sus vecinos, convertidos en matones, les esperaban con malas intenciones. Ellos habían empezado a hacer lo mismo y a salir en cacerías nocturnas buscando sorprender a los despistados del otro bando.

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La mitad de las gentes que antes conocían, se habían vuelto extrañas y hostiles. La mitad de las chicas les parecían ahora despreciables y merecedoras de ser tratadas como basura.

Cómo explicarles por qué sus abuelos temblaban de miedo cuando veían juntos a sus propios hijos sentados a la mesa del comedor, temiendo que alguno de los presentes sacase a relucir "el tema".

Pues el odio se había ido extendiendo como un humo espeso y negro pegado al suelo, que se arrastraba y subía por las escaleras de las viviendas, filtrándose por las rendijas de las puertas hasta los dormitorios.

Cómo responder a la pregunta que palpitaba en los ojos anormalmente abiertos de estos adolescentes: "¿Qué hicisteis para haber llegado a esto? ¿Por qué nos hicisteis esto a nosotros?".

Cómo explicarles que no hicimos nada.

Tantas veces que habíamos oído la misma pregunta: "¿Qué hay de malo en ello?". Pero nadie se atrevió a contestar en voz alta que no había nada de malo para ellos. Que lo malo era sólo para los otros. Y que eso precisamente había sido lo peor de todo. Y, al final, lo peor para todos. Ahora hacía tiempo que aquella pregunta no había vuelto a oírse. Era demasiado evidente el resultado. Y ya era tarde.

¿Cómo se da marcha atrás a esta moviola?¿Cómo se apaga la sed de venganza?

Sólo habían pasado dos años y ya nadie se acordaba de personajes como Arzalluz o Ibarretxe. Los políticos de antes habían sido desbordados y engullidos por los acontecimientos.

Ahora había otras gentes, rostros desconocidos de gesto endurecido. Las zonas de población más pequeñas estaban ahora gobernadas por gestoras locales, formadas por viejos y sacerdotes que aguantaban mientras podían tanto odio entrecruzado. En las ciudades, a primera vista, la vida seguía como antes. En ellas los dramas se vivían en privado.

Al anochecer, las patrullas de ertzainas y municipales desaparecían y aparecían los todo terreno negros desplazándose a gran velocidad. Nadie sentía curiosidad de atisbar por las ventanas.

Yo sigo dando clase en las afueras. He estado un año inactiva porque me negué a nacionalizarme. Luego sobrevino lo que dio en llamarse el "contragolpe" y volví a encontrarme ante alumnos, pero ya no eran los de antes. Ellos y yo habíamos envejecido. Qué había sido de aquellos adolescentes que me daban tanta guerra, que hasta sacaban una silla por la ventana y yo me horrorizaba de que se la tirasen a alguien que pasase por debajo. Ahora entran en fila para ser cacheados por los que buscan armas. De ese modo por el día, los jóvenes sólo se atacan con miradas.

Supongo que todo empezó cuando alguien encontró un proyecto ilusionante para la mitad de la población y decidió ponerlo en marcha sin contar con la otra mitad. Decían ¿por qué Madrid quiere impedir que hagamos lo que nosotros queremos? Pero no fue Madrid.

Fueron sus vecinos los que se opusieron. Aquella otra mitad desahuciada. Ahora todo el mundo recuerda que los vascos siempre habían sido cabezotas. Y que habían tenido guerras civiles. Ahora en los controles solemos escuchar a menudo: "Si nos fuésemos, os destrozaríais entre vosotros". Y en el fondo sabemos que no les falta razón.

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