Violencias
De todos los tiempos que he vivido este del momento es el de menor violencia: en España y fuera. Quien nació a la vida maldiciendo a los italianos que asesinaban a los abisinios sigue maldiciendo el crimen de EE UU contra Irak o Afganistán. Quienes nos dolíamos por lo que les pasaba a los judíos en Alemania, nos indignamos hoy por lo que hacen ellos con los palestinos. No se puede contar el siglo XX de España sin dar primer lugar a la violencia: África, el pistolerismo, la ley de fugas, el garrote y la guerra civil, que fue un crimen y además ganaron los malos.
El primer plano en el que se ha puesto a un asesinato de fútbol es lógico: es uno de esos sucesos en el que muere quien quiere impedir un linchamiento, está metido en la violencia del deporte y sirve para que repudiemos una vez más lo que tenemos en la mente: las muchachas muertas, las esposas apaleadas, los maridos suicidas, el terrorismo. Y los niños maltratados. Nada de eso es privativo de España: sucede en pueblos más templados, y en Francia los periódicos tenían una sección que se llamaba Les enfants martirs, con noticias de niños torturados por su familia. Lo cual no tiene nada que ver con la forma de emparejarse, como insinuó uno de esos tontos con bastón de mando diciendo que la familia cristiana no hace eso. Claro que lo hace. Recuerdo un asesinato en Francia: una mujer apuñalada y su vientre abierto, del que habían sacado el niño y le habían bautizado antes de que muriese. Había sido el cura del pueblo, padre de la criatura. No es más que un caso; pero cuando oigo a otros personajes con mando excusar el error judicial en el caso Wanninkhof porque la condenada tenía "un perfil delictivo", me estremezco. Por los que puedan tenerlo.
Lombroso trazó el mapa de los lóbulos craneales y señaló uno que correspondía al asesino. Cuando se divulgó en España, Arniches hizo un breve sainete en el que dos guardias (guindillas) llevan a un preso (chorizo); el más joven buscaba el perfil lombrosiano, y el mayor le explicaba el medio en que vive el ladrón; el hambre, la miseria. No se puede ignorar que cada delito, incluyendo los de "género", tiene su argumento. Es más popular aumentar el castigo a los menores porque unos han cometido un delito espantoso. Y ni siquiera sabemos bien lo que es un menor.