Un alto precio
La manera en que se ha producido el asesinato en Bagdad del agregado de información de la Embajada española revela un trabajo premeditado y ejecutado con frialdad. No tardará en desvelarse si esta muerte representa el comienzo de las represalias directas contra el personal de un aliado inequívoco de EE UU. En cualquier caso, la vil caza del sargento primero José Antonio Bernal Gómez poco tiene que ver con la muerte en agosto del capitán de navío Martín-Oar, víctima del atentado contra la sede de la ONU. El asesinato de ayer es una operación con destinatario fijo, realizada a la luz del día en uno de los barrios más vigilados de la capital y dirigida contra un funcionario español con estatuto diplomático, adscrito al Centro Nacional de Inteligencia (CNI).
El Gobierno de Aznar no puede seguir manteniendo ante la opinión pública su cantilena humanitaria o pacificadora para explicar nuestra peligrosa presencia en el avispero iraquí. España ha entrado por la puerta falsa en un laberinto envenenado y se ha implicado innecesaria y directamente en la ocupación de Irak al margen de la legalidad internacional. En este sentido, el asesinato de Bernal Gómez -que un Ejecutivo ofuscado prefiere seguir presentando al margen de su condición de español- se produce en un escenario caótico y sin ley (un nuevo atentado suicida mató ayer a una decena de personas ante una comisaría bagdadí), en el que grupos de fanáticos o resistentes apuntan contra quienes más directamente identifican como sus invasores o aliados efectivos de EE UU. En el Irak de hoy, donde crece el resentimiento y las tácticas contra el ocupante se hacen por momentos más elaboradas y letales, hay una frontera cada vez más difusa entre el recelo y las pistolas.
Está previsto que Madrid albergue en dos semanas la Conferencia de Donantes para Irak, sobre la que varios gobiernos europeos ya han expresado sus dudas si no hay antes una nueva resolución del Consejo de Seguridad que otorgue protagonismo a Naciones Unidas y a los propios iraquíes en la reconstrucción. Pero ese acuerdo parece cada día más lejano después de que Kofi Annan, Francia o Rusia hayan declarado abiertamente que el último borrador estadounidense no satisface los requisitos mínimos. Hasta el punto de que Washington está pensando en tirar la toalla y asumir en solitario el fardo iraquí.
Resultaría descorazonador que tras la muerte de uno de nuestros militares con misión en Irak se produjera un fiasco diplomático. Y eso es lo que sucedería si la conferencia de Madrid, que el Gobierno presenta como el reconocimiento por parte de EE UU de los merecimientos de su socio español en Irak, se retrasara o acabara siendo poco más que una desvaída reunión de países ocupantes.