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ESTRENO | 'Buen viaje, Excelencia'

"Tengo un enorme sentido del ridículo", afirma Ramón Fontserè

El actor se transfigura en un decrépito Franco en el debut cinematográfico de Els Joglars

Dalí, Pla, el Papa, Pujol, Sánchez Mazas, y ahora Franco. Hay que ser muy camaleónico para mimetizarse con este variopinto inventario de personajes. Y Ramón Fontserè (Torelló, Barcelona, 1956), el actor de Els Joglars, lo es como pocos. Su última transmutación, en "Caudillo de España por la gracia de Dios", llega hoy a las pantallas. Fontserè se mete en la piel de un decrépito Franco en Buen viaje, Excelencia, su segunda película como protagonista -la primera fue Soldados de Salamina- y el bautismo cinematográfico de la compañía de Albert Boadella, que dirige el filme. Aunque Fontserè lleva toda su vida trabajando en el teatro -excepto un breve intento de perpetuar el negocio familiar: una próspera granja de cerdos-, la popularidad le ha llegado con el cine. "A mí, ser famoso me da absolutamente igual", lanza el actor con toda franqueza. Y cuando se le recuerda que si Soldados de Salamina llega a ser candidata a los Oscar incluso puede que haya de viajar a Hollywood, se horroriza: "Espero no tener que ir. No estoy acostumbrado a esta clase de actos en los que hay que atenerse a una serie de convencionalismos: 'Usted, siéntese aquí, ahora mire allí...'. No sé... Y, si encima no ganáramos, se me pondría cara de gilipollas, porque yo, aunque no lo parezca, tengo un enorme sentido del ridículo".

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Está claro. Su amor sigue siendo el teatro. Lo mejor del cine, bromea, son las noches de estreno. "Te sientas cómodamente en una butaca, te ves en la pantalla, y luego vas tranquilamente a cenar y de copas. No pasas los nervios y la histeria de los estrenos teatrales". Dicho esto, añade que el cine también tiene su aquél. "Está la música, el montaje, los efectos... No sé. Es un arte distinto".

Fontserè -cuyo último trabajo cinematográfico ha sido a las órdenes de Carlos Saura en El séptimo día, película basada en la matanza de Puerto Hurraco, donde encarna al hermano mayor de los Izquierdo, el que siembra el mal rollo entre las dos familias rivales- no es un actor a la vieja usanza, ni siquiera es un tipo convencional. Asegura no tener ambiciones y ser feliz con lo que ha conseguido hasta ahora. A saber, trabajar en lo que le gusta y haber alcanzado lo que él llama "una cierta armonía". Algo que ha encontrado en medio del campo. Allí vive, en la Casa Nova, cerca del pueblo de Pruït donde está el cuartel general de Els Joglars y de los bosques ricos en setas. Recogerlas es su afición favorita. "Necesito aislarme. La soledad me va bien. No podría vivir en Barcelona o en Madrid. No rendiría tanto, estoy convencido", confiesa el actor. En la Casa Nova absorbe a sus personajes.

El último que podemos ver es ese Franco octogenario, senil, pero no por ello menos despiadado de Buen viaje, Excelencia. El proceso de canibalización del dictador no fue tarea fácil. Lo peor, según Fontserè, fue captar su debilidad. "Se trata de un anciano cansado, fatigado..., por eso tuve que vigilar mucho con el asunto de la energía, modelarla... Ése fue el abrelatas que me permitió penetrar en él", cuenta el actor.

¿Y esa inconfundible voz aflautada y monótona? "Bueno", responde, "he visto muchos No-Do y la película de Sáenz de Heredia Franco, ese hombre ha sido impagable como fuente de información". Y, para ilustrar lo que dice, repite de memoria una absurda conversación entre el director y el dictador que aparece en dicho filme imitando sus voces a la perfección. "Hay un momento en la película", recuerda, "en el que Sáenz de Heredia le pregunta a Franco: 'Excelencia, ¿somos difíciles los españoles de gobernar?', y él le contesta amablemente: 'No, qué va. Los españoles cuando se conocen se estiman y se aman al descubrirse mutuamente sus tesoros y virtudes, por eso hay que intensificar las relaciones entre ellos derribando barreras y elevando las clases sociales'. Y oímos a Sáenz de Heredia decir: 'Ahora, dejemos que el Caudillo siga rigiendo los destinos de España', e inmediatamente se ve un plano de los pies de Franco caminando. Me fascinó esa visión; me ayudó a recordar con nitidez en manos de quién estuvimos durante 40 años".

Pese a todo, el Franco de Fontserè no acaba de ser totalmente odioso, sobre todo para quien no vivió esa época. Da una cierta lástima en algunas escenas. "Claro, eso lo hemos hecho adrede. Es lo que buscábamos. Si hubiésemos presentado a un Franco firmando sentencias de muerte todo el tiempo, el espectador se hubiera hartado, porque no hubiera resultado creíble. En cambio, sin perder el tono de humor típico en nosotros, hemos intentado mostrar a un viejecito que inspira piedad en algunos momentos, y, en otros, actúa como un verdadero monstruo. Ésa es la imagen más clara de la crueldad que yo pueda imaginar".

Y Ramón Fontserè, ¿qué recuerdos guarda del franquismo? "Sobre todo", repasa el actor, "los mensajes televisivos de Navidad, el día que Franco designó a Juan Carlos como su sucesor, a Arias Navarro informando de su muerte, el entierro, las últimas ejecuciones... Y, más que nada, la sensación de que aquí no teníamos la misma libertad que había en otros países".

El actor Ramón Fontserè, en Barcelona.
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