30.000 espectadores aclaman a los Stones en Benidorm
Esta vez pudo ser. Recién pasadas las diez de la noche, el zarpazo hiriente de una guitarra empuñada por Richards dio el pistoletazo de salida. Fue al ritmo apoteósico y perverso de Brown sugar, una de esas piezas universales que ayudan a forjar toda una leyenda, y a partir de ahí ya todo vino rodado.