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Crítica:FERIA DE SALAMANCA | LA LIDIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Toros sin apuntalar

La ortopedia tiene un tremendo campo de experimentación con esa especie del ganado vacuno que otrora se llamó de lidia. Visto que los más sesudos estudios veterinarios no parecen haber dado con el quiz de la cuestión en cuanto a las ridículas caídas de los toros, tropezones, desequilibrios y demás monerías, se impone que las ciencias auxiliares -con perdón- le echen una mano a este desgobierno, apuntalando toros y disimulando ruinas.

Los de ayer dieron traspiés tras traspiés, perdiendo unas manos que luego encontraban para volverlas a perder a renglón seguido, con lo cual excusado es decirlo, la emoción subía de grados por momentos y las taquicardias estaban a la orden del día. Y si eso fue ayer lo mismo ocurrió anteayer y el día anterior, no vaya a ser que crean que a los toros de El Puerto les cupo el honor de hacer subir el precio de la tila.

El Puerto / Chávez, Castaño, Marcos

Toros de El Puerto de San Lorenzo, desiguales de presentación, sin casta ni poder. Domingo López Chávez: oreja y saludos. Javier Castaño: oreja y palmas. Leandro Marcos: saludos y silencio. Plaza de La Gloriera, 14 de septiembre, 8ª de feria. Media entrada.

Así no hay manera. No hay toros y todo lo demás huelga. Ni toreros, ni delegados gubernativos, ni sastres tienen sentido cuando resulta que el presunto protagonista del tinglado sale tullido, mermado de defensas, con cara de panoli y, en el mejor de los casos, embistiendo con el carretón. Esto se lleva diciendo desde hace ya un chorro de años, pero conforme va uno creciendo en edad, dignidad y gobierno, va llegando al convencimiento de que es como hablarle a una pared. Miento; es posible que haya paredes más receptivas. Así es que tomémoslo a beneficio de inventario y que con su pan se lo coman.

López Chávez cortó una oreja local en su primero, que tuvo el descaro de darle una voltereta, a base de retorcidos muletazos con ambas manos, circulares invertidos y triunfales ademanes. En su segundo, veroniqueó de rodillas (¡con lo bien que queda de pie!) y con la muleta, entre enganchones, porfió sin obtener fruto.

Ocho de rodillas

Javier Castaño, muy aficionado también a las actitudes penitenciales, cayó en la cara del segundo, que le golpeó en la boca, muleteándolo con desigual fortuna (buena tanda con la derecha) y en el quinto sacó el cuerpo de mal año iniciando el trasteo con ocho de rodillas, ocho. En éste estuvo bastante por debajo del toro, que tuvo unas cuantas buenas embestidas, aunque se aburrió enseguida.

Y el pinchauvas, Leandro Marcos, resultó ser el que mejor estuvo. Es un torero de muy buen corte, que impregna lo que hace de armonía y buen gusto. Sin duda, hizo lo más torero de la tarde, pero sería recomendable que incorporara a su equipaje un venenillo leve, lo suficiente para desvanecer toros y que untase con él la punta de la espada. Tuvo momentos sencillamente exquisitos, que perdurarán en el recuerdo a pesar de los pinchazos y a pesar de que el tercer toro era sencillamente una birria noble y prácticamente inválida, que pedía implorante mimos maternales. Y es que lo que pasa en contadas ocasiones es eso: que viendo torear de manera tan exquisita resulta que esa belleza llega a disimular la ramplonería del toro.

Javier Castaño.
Javier Castaño.
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