VICENTE MOLINA FOIX
A los admiradores del Bilbao de toda la vida nos está costando trabajo habituarnos a su nueva imagen. Cuando la ciudad era tétrica, un poco sucia y con los edificios estropeados, parecía el cuadro de uno de esos pintores británicos del siglo XIX -como el maravilloso Atkinson Grimshaw- especializados en la bruma marítima y el cielo encapotado; un lugar ideal para la melancolía portuaria y el impermeable.
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