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Columna
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Testas coronadas

Tiene Noruega bastantes más kilómetros cuadrados que el País Valenciano y una bajísima densidad de población. Los noruegos se independizaron de sus vecinos escandinavos hace apenas un siglo, pero tienen historia y mucho bacalao. Hay en el país tantas montañas, tantos fiordos y tantos saltos de agua que producen energía eléctrica, como pocos campos cultivados. El escaso peso económico de su agricultura no tiene punto de comparación con el papel que representó, y representa todavía entre nosotros, la actividad agraria mediterránea. Aunque los noruegos se abastecen del petróleo de sus fríos mares y disfrutan de un altísimo nivel de vida y cultura; sus instituciones democráticas suelen ponerse como modelo de convivencia en casi todo el mundo, y su actual monarquía liberal, constitucional y protestante poco tiene que ver con el rigor de las costumbres calvinistas de otros tiempos.

Aquí tenemos muchas fiestas, muchos bous de carrer y bous embolats, y la única noche blanca que tenemos es la de insomnio que produce la calor, y nuestras relaciones con Noruega fueron casi siempre las que originó el bacalao. Cabe imaginar que entre los noruegos la situación es similar, y el ingeniero de la plataforma petrolífera de allá ha de buscar un atlas para intentar localizar la capital de La Plana o el Grau de Castelló. Claro que eso fue hasta ayer mismo, porque, desde ayer mismo, localizan los noruegos este rincón valenciano de forma automática gracias a su rey Harald V y a los días de asueto en que su regia figura disfrutó de la alegría de las fiestas de Sant Pere en el distrito marítimo de Castellón. El democrático rey escandinavo no tuvo otra ocurrencia que presenciar con sus amigos la embolada de un toro hace apenas un mes, y allá en su lindo, civilizado y frío país le montaron un tiberio las protectoras de animales y las asociaciones contra los toros. El apacible monarca ha salido de esa guerra discretamente como ha podido. Pero los medios de comunicación nórdicos y las páginas electrónicas de las uves dobles que llegan a todos nuestros domicilios, han hecho su agosto: somos los valencianos, castellonenses y graueros bárbaros primitivos que disfrutamos con la tortura de los astados y el sufrimiento animal. El tópico barato que tiene algo de verdad y mucho de engaño.

Y a quienes no nos gustan los tópicos, nos hubiera gustado mucho más que la visita del simpático monarca hubiese servido para suscitar una ola de solidaridad en los medios escandinavos hacia los valencianos que ven atacados sus intereses económicos por la acción violenta de los irredentos, que colocan bombas en la costa; nos hubiese gustado la protesta y la exigencia en esos mismos medios y uves dobles porque vertimos por aquí aguas fecales sin depurar en el Mediterráneo que es de todos, y también de los noruegos. Nos hubiesen gustado muchas cosas, excepto el tópico manido anti-taurino. Aquí estamos unos por el espectáculos del cuerno y otros no. La reina Sofía de los hispanos, y por ende de los valencianos, suele ser extremadamente prudente al respecto: cuando se le inquiere en los medios de comunicación nórdicos acerca de la fiesta taurina, ella responde aludiendo a la caza británica del zorro sin opinar sobre los toros. Discreción y real prudencia ante lo que no nos gusta, se llama eso también en Noruega.

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