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La suspensión de Aviñón y Aix-en-Provence desata fuertes críticas al Gobierno francés

Las pérdidas económicas suman unos 57 millones de euros entre ambos festivales

El director del Festival de Aviñón, Bernard Faivre d'Arcier, confirmó ayer lo que todo el mundo se temía: "La 57ª edición no se celebrará". Creado en 1947 por Jean Vilar, el festival había sorteado grandes crisis políticas, como las de la guerra de Argelia o Mayo del 68, así como otras -la de 1992, por ejemplo-, generadas ya por la precariedad del estatuto de los intermitentes del espectáculo. Ahora, la huelga de los trabajadores temporales ha obligado a anular Aviñón y Aix-en-Provence después de provocar la suspensión de otras citas culturales veraniegas.

Antes de que suspendieran ayer definitivamente las citas de Aviñón y Aix-en-Provence, la huelga ya se había llevado por delante los certámenes de Marsella, Montpellier, La Rochelle, Pau o Albi, entre otros. La responsabilidad del desastre -económicamente hablando, las pérdidas se cifran en unos 40 millones de euros en el caso de Aviñón y superan los 17 en el de Aix- no puede recaer sólo sobre las espaldas de los trabajadores. Ayer, Bernard Faivre d'Arcier recordó que él había pedido al Gobierno que no diese el visto bueno al proyecto de reforma del citado estatuto "porque, a pesar de que da carta de naturaleza al mismo, no resuelve el problema de los abusos".

Mediado el mes de junio, el director de Aviñón advirtió al ministro de Cultura, Jean-Jacques Aillagon, sobre el peligro de avalar una reforma aprobada sólo por la patronal y sindicatos que apenas representan al 10% del sector. No fue escuchado. "Hoy sólo puedo constatar: 1. Que el proyecto no ha sido retirado; 2. que los trabajadores han votado en tres oportunidades a favor de una huelga reconducible; 3. que ahora es ya imposible resolver técnicamente la sucesión de montajes; 4. que la CGT no ha cambiado de actitud; 5. que hemos comenzado a reembolsar las 74.000 localidades ya vendidas; 6. que ciertas compañías se dicen dispuestas a ocupar los teatros para organizar debates, pero que ése no es el contrato entre el festival y su público; 7. que hay presiones exteriores que hacen imposible que el festival se desarrolle con normalidad".

La exposición de Bernard Faivre d'Arcier, que se despedía de la dirección de Aviñón tras 16 años de gestión, fue recibida con una larguísima y emocionada ovación. El director recordó "haber discutido con el ministro de Cultura" y confirmó "haber enviado mensajes al presidente de la República". Las autoridades políticas francesas, en pleno frenesí de desmantelamiento de ciertos derechos sociales, no han querido escucharle o minimizan el efecto de la protesta de los trabajadores, a pesar de que, entre junio y octubre, se celebran en Francia alrededor de 600 festivales. Tampoco los poderes locales salieron bien parados de la exposición de Bernard Faivre d'Arcier

: "El Ayuntamiento de Aviñón ha reaccionado con preocupación por el comercio de la ciudad", dijo para subrayar mejor que la dimensión cultural del certamen nunca había interesado al equipo municipal.

La anulación de Aviñón estaba cantada desde ayer a altas horas de la noche. Una asamblea de trabajadores había votado a favor de una tercera jornada de huelga y, al mismo tiempo, en Aix-en-Provence, donde los intermitentes habían aprobado la vuelta al trabajo, los perdedores de la votación boicotearon con sus gritos, silbidos y tambores una representación de La traviata. Los espectadores de la misma fueron acogidos, a la entrada y a la salida del local, con abucheos e insultos. "Es la primera vez en la historia que los actores silban al público. No quiero que en mi festival las funciones tengan que hacerse bajo protección policial", dijo Stéphane Lissner, director del certamen operístico de Aix. Para Bernard Faivre d'Arcier, eso también era inimaginable y, "sobre todo, no quiero que el mundo teatral se divida y enfrente". Para él, "el Gobierno hubiera debido retirar el proyecto", que "en ningún caso había que presentar a finales de junio". La consecuencia de esos errores -voluntarios o no- son "un incendio que hoy se extiende de un festival a otro".

En Aviñón, las palabras de Bernard Faivre d'Arcier

fueron seguidas de gritos pidiendo la dimisión del ministro de Cultura, y una bronca descomunal contra los representantes de la CGT, a los que se les impidió tomar la palabra. "Estos días ya les hemos oído muy a menudo", sentenció la directora Ariane Mnouchkine. En París, el ministro se mostró "muy apenado" por las anulaciones e "indignado por las manipulaciones de ciertos sindicatos" que habrían tomado como "rehenes" los festivales para defender "la política de cuanto peor, mejor".

Bernard Faivre d'Arcier, durante la conferencia de prensa en la que anunció ayer la suspensión del Festival de Aviñón.
Bernard Faivre d'Arcier, durante la conferencia de prensa en la que anunció ayer la suspensión del Festival de Aviñón.ASSOCIATED PRESS

Inconsecuencia

El pasado 2 de febrero, el presidente Jacques Chirac, en defensa de "los territorios del espíritu", afirmó que "la creación no debía plegarse a las exigencias del comercio" porque "la cultura y la creación son actividades irreductibles a las leyes del mercado". La futura Constitución europea reconocerá, gracias a la iniciativa francesa, el derecho a la "excepción cultural" y a mantener, fuera de los acuerdos comerciales, todo lo referente a la cultura. Al mismo tiempo, el Gobierno galo, con el respaldo del silencio estruendoso de Chirac, procede a una primera fase de liquidación del régimen de los intermitentes, básico para la existencia de la citada excepción cultural, pues permite la supervivencia de los creadores sin necesidad de que el Estado les subvencione.

"La cultura es un bien público y la responsabilidad al respecto también debiera serlo", declaraba ayer Jack Ralite, antiguo ministro de Mitterrand y responsable de los Estados Generales de la Cultura. Él, en compañía de filósofos como Jean Louis Nancy o Jacques Derrida, de editores como Hubert Nyssen, de actores como Michel Piccoli y de otras muchas personalidades, escribía una carta abierta al Gobierno en la que se denuncia que "la arqueología, los museos, la arquitectura, la economía numérica, el cine, la televisión, los derechos de autor, el patrimonio, la música y el espectáculo en vivo están viviendo una primavera de maltrato y desmembramiento que se prolongarán con el presupuesto de 2004".

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