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COPAS Y BASTOS
Columna
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Paseando con John Simenon

Martes, 1 de julio. Cena simenoniana en La Balsa en compañía de Beatriz de Moura, Toni López Lamadrid, Gonzalo Herralde, Valentí Puig, Xavier Antich y John Simenon. John (Tucson, Arizona, 1949) es el segundo hijo de Georges Simenon, el primero que el escritor tuvo con su segunda esposa, la canadiense Denyse Ouimet. En la actualidad, John es quien se ocupa del fabuloso legado literario (con sus no menos fabulosas ramificaciones cinematográficas y televisivas) del creador del comisario Maigret. A John, este año 2003, el año del centenario del nacimiento de su padre, le está resultando, según me confiesa, un año "bastante duro" -el martes estuvo en TV-3 participando en la grabación de un programa (Mil.lenium, que se emitirá el próximo mes de septiembre) en homenaje a su padre, el miércoles volaba a Londres para ultimar los detalles de una nueva serie televisiva británica sobre Maigret, el jueves debía estar en Ginebra para otro homenaje a su padre, y así sin parar-. Un año "bastante duro", pero también "altamente reconfortante", dice: "Por la cantidad de personas que me encuentro en todas partes que me confiesan, encantados, que han sido y siguen siendo unos fieles lectores de Simenon". Para John, esas espontáneas confesiones tienen un cierto sabor a coming out, a salir del armario. "Años atrás", dice, "no todo el mundo estaba dispuesto a confesar su simenonitis, como diría Gide, de manera tan rotunda". Una prueba más de que la obra del belga ha acabado imponiéndose a sus detractores, a los reparos de la crítica y a una concepción aristocrática (de baronet tiquismiquis) de la literatura.

Le recuerdo a John su primera visita a Barcelona, en la primavera de 1964, en compañía de su padre. A la sazón, John tenía 14 años (cumpliría 15 en septiembre) y según cuenta Lluís Permanyer, que entrevistó a Georges Simenon para El Correo Catalán, el padre dio al chico la posibilidad de escoger entre visitar Barcelona o Londres, y John se inclinó por Barcelona, con gran satisfacción de su padre, el cual le confesaba a Permanyer que esta ciudad era la más adecuada para la sensibilidad del pequeño. Se alojaron en el Ritz y John todavía se acuerda hoy de una bañera inmensa a la que se accedía subiendo unos escalones de mármol. "¿A dónde te llevó tu padre, qué visteis en Barcelona?", le pregunto. "Fuimos a El Molino y de regreso al hotel nos metimos por las callejuelas del barrio chino. Mi padre estaba encantado. También fuimos a La Monumental, creo que toreaba El Viti". Le pregunto si visitaron la Sagrada Familia o algún museo. "No", me dice, "a mi padre no le interesaban las piedras ni las obras de arte: lo suyo eran las personas, la gente de la calle, las gentes del chino".

Poco antes de la medianoche, John Simenon se despide, mañana (el pasado miércoles para el lector) tiene que madrugar para coger el avión con destino a Londres. Lástima, me hubiese gustado llevármelo a tomar una copa al Marsella. Le hubiese mostrado la calle del Cid, donde se alojó (en el Hôtel des Illes) por unos días Pierre Gilieth, el héroe -o antihéroe, según se mire- de La bandera, la novela de Mac Orlan (gran amigo de Georges Simenon) que luego (1935) Julien Duvivier llevaría al cine. Jean Gabin (otro gran amigo de Simenon, uno de sus Maigret y uno de los mejores intérpretes de las adaptaciones cinematográficas de sus películas, entre ellas Le chat, una de las preferidas de John) era Pierre Gilieth, y he de confesar que cada vez que veo pasear a Gabin / Gilieth por La Rambla en el filme de Duvivier, por la Rambla de 1935, me reconcilio con la hoy asquerosa y pestilente Rambla y con "la millor ciutat del món".

Me hubiese gustado pasearme por lo que queda del chino con John Simenon y hablar con él de Gabin y de La bandera. Una película sobre la Legión extranjera (la española), que cuando se estrenó llevaba la siguiente dedicatoria: "Au colonel Franco et aux soldats qui ont donné leur temps dans les montaignes arides d'Haff al Ueste". En 1959 se estrenó una nueva copia de la película, pero la dedicatoria al valiente coronel republicano había desaparecido. Otro de los protagonistas de La bandera era el capitán, luego comandante, Luis Weller, personaje interpretado en el filme por Pierre Renoir, que fue el primer Maigret, en La nuit du carrefour (1932), un filme de su hermano Jean Renoir. En opinión de Simenon, Pierre Renoir fue su mejor Maigret, y su hermano Jean (el padrino de John Simenon) quien mejor supo plasmar en la pantalla la célebre atmosphère de sus novelas.

Luego, entre copa y copa, tal vez hubiésemos terminado por cantar a dúo alguna de las viejas canciones de Annie Cordy, la cantante belga (nacida Cooreman, en Schaerbeek, en 1928) que interpretaba el papel de Nelly en Le chat. Canciones famosas en su tiempo, como Les trois bandits de Napoli o Houla hop. En Le chat, Nelly es una mujer que regenta un café y que no lleva nada debajo la falda... "a fin de non perdre ni un minute, ni une ocasión, toujours prête à faire l'amour". Le chat, la novela, es de 1967. ¿En qué pensaba Simenon cuando tres años ante paseaba con su hijo por las callejuelas del barrio chino? ¿Pensaba en Nelly?

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