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TENIS | Comienza el único torneo sobre hierba del Grand Slam

Un Wimbledon sin Sampras

El heptacampeón faltará a la cita por primera vez desde 1989

El decorado será el mismo de todos los años, las pistas de hierba estarán ahí tan bien puestas como de costumbre, el Aorangi Park acogerá a los locos seguidores del ídolo local, Tim Henman, y la central se abrirá con el partido del campeón saliente, Lleyton Hewitt. Sin embargo, algo se echará en falta. Wimbledon no contará este año con el jugador más laureado de los últimos años. Pete Sampras, fiel a la cita londinense desde que debutó en 1989 y siete veces campeón, anunció en una entrevista concedida a The New York Times y, más adelante, lo ratificó en otra en el diario francés L'Equipe, que no jugaría en la catedral, ni en el Open de Estados Unidos a finales de agosto. Y agregó que no tenía intención de coger de nuevo una raqueta, pero que no anunciaba oficialmente su retirada por si, finalmente, decidía jugar en 2004 en Wimbledon.

"Mi corazón ya no está puesto en el tenis", aseguró el jugador estadounidense, que en agosto cumplirá 32 años. Con 14 títulos del Grand Slam en su zurrón y tras haber sido número uno del mundo seis años consecutivos, Sampras tiene su cabeza y su corazón mucho más centrados en el nuevo status familiar junto a su esposa Brigitte Nelson y su hijo Christian Charles, que en regresar a las pistas, subir a los aviones, vivir en los hoteles y desplazarse de un club de tenis a otro por todo el mundo. Tras ganar su decimocuarto Grand Slam en el Open de Estados Unidos el año pasado, Sampras inició un retiro voluntario y estuvo sin tocar la raqueta durante varios meses. Cuando vio por la televisión el Open de Australia, decidió reemprender los entrenamientos para preparar las citas del Grand Slam.

Llamó a Paul Annacone y se metió en la pista con verdaderas ganas. "Justo hasta el momento de subirme al avión para comenzar la gira de torneos americanos", explica Sampras. "Debía hacer la maleta para ir a San José, Scottsdale y después a Indian Wells. Y de pronto comencé a pensar: 'pero ¿a qué vas a ir a todos estos torneos? Intentaré ganarlos, ¿y luego qué?, ¿qué te va a aportar todo esto, qué tienes que demostrar?'. Y dije basta. Me quedé en casa y dejé de entrenarme. Después de lo que había ocurrido en el último Open de Estados Unidos [su último título grande] ya no me quedaban más objetivos".

Sin embargo, tras un par de meses lo intentó de nuevo. Cogió por última vez su raqueta y volvió a pisar la pista. "Tanto Annacone como mi esposa me daban coraje. Y yo me levantaba cada mañana diciéndome que aquello me hacía feliz. Pero el engaño duró menos de una semana. A los pocos días me senté en la pista junto a Paul y le pregunté que qué hacía yo allí", reflexiona el estadounidense. "En realidad no tenía ganas de asumir el duro sacrificio personal que suponía prepararme para jugar en Wimbledon, mi Super Bowl anual, mi casa, mi jardín".

La conclusión a todas estas reflexiones fue colgar la raqueta y dejar a los aficionados de Wimbledon sin la posibilidad de despedirle en la central. Su último adiós le quedó como una espina clavada en lo más profundo del corazón. Ni siquiera estuvo en la pista central y cayó en la segunda ronda frente al desconocido suizo George Bastl. Era la primera vez que perdía tan pronto desde 1991. Y fue la despedida del jugador más laureado -14 Grand Slam y 64 torneos- y para muchos, el más grande de la historia.

El adiós de Sampras marca también el cierre de una generación de grandes sacadores. Junto a él, este año también faltarán a la cita londinense otros dos ganadores del torneo: el holandés Richard Krajicek (1996) y el croata Goran Ivanisevic (2001). El primero se resintió de una lesión en el codo derecho y decidió también dejar el tenis, justo antes de jugar en Wimbledon. El segundo, no logró superar sus problemas en el hombro derecho, que ya le dejaron casi en blanco la pasada temporada. El único veterano campeón que esta vez jugará en Wimbledon será Andre Agassi.

Sampras, junto a su esposa, el año pasado en Nueva York.
Sampras, junto a su esposa, el año pasado en Nueva York.REUTERS

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