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Los Rolling Stones empiezan a arrasar Europa

El grupo se muestra pletórico de forma y ánimo en su brillante apertura de gira en Múnich

José Andrés Rojo

"Es un secreto". Con estas tres palabras liquidó ayer Keith Richards las dos primeras preguntas que los periodistas hicieron a los Rolling Stones en Múnich, un día después de la brillante inauguración de la parte europea de su gira mundial. Les habían preguntado por sus nuevos proyectos y por la fórmula que les ha permitido seguir juntos durante tanto tiempo. Salvo Charlie Watts, que lucía un impecable traje marrón, el resto de la banda se presentó ataviada informalmente. Mick Jagger rompió el laconismo de su compañero para contar que el repertorio de cada actuación lo eligen entre 130 temas, y que la gira tiene tres formatos: grandes estadios, recintos de tamaño medio y otros lugares más pequeños.

Richards: "Lo importante es el 'blues'. Si no sabes tocarlo, lo demás no va a salir bien"
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"Esos formatos te dan gran flexibilidad y te permiten tocar de forma distinta en función de las audiencias", comentó Jagger. Se habló de la polémica sobre uno de los teloneros, los Böhse Onkels, que iban a actuar en Hannover el 8 de agosto y que los Rolling rechazaron finalmente por la temática racista de alguna de sus canciones. Pero la cosa siguió por los sanos derroteros del buen humor. "Es por el efecto Drácula", dijo Jagger cuando le preguntaron por qué los conciertos se celebran casi siempre de noche.

Acabada la rueda de prensa, las cuatro glorias del rock se reunieron unos minutos con un reducido grupo de periodistas. Se establecieron dos grupos de 12, y mientras Jagger y Watts hablaban con unos, Wood y Richards lo hacían con los otros. Y luego cambiaron. Como telón de fondo, el concierto de la noche anterior. Los primeros compases de Street fighting man abrieron, sobre las nueve y media, la parte europea de la gira. El Olympiahalle de Múnich, un recinto de tamaño medio y lleno a rebosar, explotó de júbilo. Sobre el escenario, Mick Jagger (Dartford, 1943) corría de un lado a otro, agitaba el esqueleto y movía las manos como un torbellino. Keith Richards (Dartford, 1943) y Ron Wood (Hillingdon, 1947) arrancaban de sus guitarras los célebres riffs que han hecho famosa a la banda. Y Charlie Watts (Wembley, 1941) mantenía la maquinaria engrasada con su distante elegancia en la batería.

Las edades de los cuatro miembros de los Stones suman casi un cuarto de milenio. ¿Cuál es la verdadera razón de volver a la carretera? Richards: "Nos divierte actuar", y punto.

Han venido a Europa después de dar 30 conciertos en Estados Unidos y hacer 23 paradas en distintas ciudades del resto del mundo. La gira, que apoya además a Forty Licks (Virgin), una antología con cuatro nuevos temas, empezó en Boston el 5 de septiembre de 2002 y terminará el 14 de septiembre de 2003 en Londres. En Europa actuarán 40 veces, tres de ellas en España (el 25 de junio, en Bilbao; el 27, en Madrid, y el 29, en Barcelona).

El segundo tema que tocaron en Múnich fue It's only rock'n roll, but I like it, su clásica declaración de intenciones. De su manera de trabajar hablaron los cuatro con los periodistas. "Es verdad que en las giras se pierde un tiempo inmenso", dijo Jagger. "Entre una cita y otra puedes hacer un montón de cosas, pero el momento decisivo es cuando sales al escenario. Y en ese momento tienes que estar muy concentrado, no hay otra manera de hacerlo". Watts asentía a su lado (fue muy parco). "Las canciones las elige Mick, porque es el cantante", contó Richards. "Sabe cuál le viene bien cada noche, cuándo tiene la voz preparada para unos agudos y cuándo no. Los demás, como mucho, cambiamos el orden de algunas canciones".

Los morros y la larga lengua, el logotipo de los Rolling Stones, tiene ahora más sentido que nunca ante estos 40 lametones (licks) con los que el grupo celebra una cantidad semejante de años dedicada a este oficio, desde que empezaran un 21 de julio de 1962 en el Marquee Club de Londres. Las dimensiones de la puesta en escena han cambiado notablemente, no así la música, que conserva intacta su frescura y virulencia. Fueron canallas y lo siguen siendo. A Ron Wood se le preguntó cómo lleva haber dejado el alcohol. "Muy bien", dijo, "ahora veo los rostros de la gente y no una nebulosa".

El escenario tiene 54 metros de ancho, 26 de fondo y 25 de alto. Un complejo sistema de iluminación (800 puntos de luz) y unos discretos paneles que proyectan a partir del tercer tema imágenes amplificadas de lo que hacen los músicos (o vídeos que ilustran las canciones) son el bagaje exclusivo de la parafernalia de esta gira. Los amplificadores desplegados por doquier (cuelgan aquí y allá formando una suerte de orugas que se doblan en su extremo inferior) escupen 252.000 vatios de sonido.

En ese marco transita desgarbado y desaliñado sir Mick Jagger, se menea, vuela sobre sus puntillas (como si no quisiera hacer ruido). A Keith Richards no le hizo mucha gracia que nombraran sir a su viejo colega. Se encoge de hombros: "Es que no es fácil imaginarlo con el título, no tiene nada que ver con lo que hemos hecho siempre, son cosas que pasan", comenta. Jagger, en cualquier caso, sabe comportarse con mucha elegancia. Charlie Watts miraba a las alturas, a punto de la desesperación, cuando se les preguntó por lo que seguían aprendiendo estando juntos. Jagger se molestó en responder. "Estoy aprendiendo mucho con la voz. Le dedico cada vez más tiempo a buscar nuevas sonoridades y a mantenerla a punto, ya se sabe. Mucho más tiempo que a la preparación física". ¿Qué es lo más importante que han hecho los Rolling Stones? Jagger: "No sé, hemos sabido conectar con el pasado, que es una forma de conectar con el presente".

Junto a la banda están en el escenario el bajista Darryl Jones y el teclista Ian McLagan. De vez en cuando comparece un grupo de voces (entre ellas, la imponente de Lisa Fischer) o una sección de viento (con el viejo Bobby Keys sacándole esquirlas a su saxo). Cuando suena Love in vain, la sexta del concierto, y se proyectan imágenes de una autopista, dos serpientes (blanca y roja) que caracolean, se puede conceder que los Stones han conseguido hacer la crónica rota de las últimas generaciones urbanas, han atrapado su dolor y su furia. "Supongo que tocar es una forma de adicción", dice Richards, que vuelve a hacer un chiste con la frase. "Es un secreto", bromea, "pero no es fácil conseguir que en un escenario los temas suenen igual que en los discos, ya que lo que allí grabamos con ocho guitarras luego tenemos que tocarlo con dos".

Durante la actuación se proyecta la imagen de un único disco suyo, Let it bleed (Déjalo sangrar), su irónica respuesta a la propuesta más trascendente de los Beatles, Let it be (Déjalo ser). Todavía hay sitio para la broma: ellos siguen ahí, sangrando todo el sudor que metieron en sus canciones. Richards cuenta cómo nace cada canción. "Escribo un montón, luego voy poniendo los sonidos, y pruebo y pruebo y sigo probando. Hay veces que ves que alguna de las canciones cuaja: cuando los demás la siguen y la van haciendo suya".

Jagger ha contado que han estado casi todo el tiempo en el hotel. "Sólo salimos a tomar una cerveza". El trabajo les espera. "Hay que probar sonido". Se refiere esta vez al Olympiastadium, donde tocan esta noche. La Olympiahalle, el pasado día 4, estalló cuando sonaron Honky tonk women o Jumpin' Jack Flash. Poco antes de terminar, el escenario principal enmudeció y los músicos se trasladaron al centro de la pista, donde se había dispuesto un pequeño estrado, como si volvieran al Marquee. Ahí tocaron I'm a man, su homenaje al correoso Bo Diddley y a unos inicios en los que cargaron sus venas con la música negra y le enchufaron al blues la energía del rock. Si su generación creció moviendo el esqueleto, ¿por qué no habría de envejecer bajo las mismas pautas? "Lo importante es el blues. Si no sabes tocarlo, lo demás no va a salir bien", afirma Richards.

La actuación terminó en el escenario grande con I can't get no (Satisfaction). Unos cañones escupieron una lluvia de retazos de papel rojo, pétalos de sangre que cubrieron a un público rendido. Los Stones han vuelto a Europa y parece que, una vez más, van a avasallarla.

Mick Jagger, durante el primer concierto europeo de la gira mundial de los Rolling Stones, el miércoles en Múnich.
Mick Jagger, durante el primer concierto europeo de la gira mundial de los Rolling Stones, el miércoles en Múnich.REUTERS
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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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