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Columna
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Por cobardía absoluta

El presidente Aznar más que en un telepredicador, se nos ha transformado en un visionario: ya no considera las instituciones, ni recurre a unos argumentos de los que carece, sino a la fe. Su "créanme", repetido a través de una cadena televisiva, fue un espectáculo patético y penoso. Recientemente, en Alicante, el Nobel Pérez Esquivel insistió, en la barbaridad que comete el presidente del Gobierno apoyando la guerra en Irak de espaldas a la mayoría de los ciudadanos, ante los que sólo ofrece convicciones personales y servilismo a la Administración Bush. El cronista piensa que Bush lo ha dejado pasmado, y recuerda que aquí, en esta misma columna, ya dijo que la mayoría absoluta, puede conducir al esperpento absoluto, como el de la ministra Palacio. Y, lo mismo que Pérez Esquivel, también ha afirmado reiteradamente que el hecho de votar una vez cada tres o cuatro años no es democracia, sino una parte del ejercicio democrático. Esta crisis que enfrenta, sin paliativos, a la mayoría del pueblo con sus representantes elegidos en las urnas, requiere de urgencia una revisión de conceptos, por cuanto los que se manejan, se revelan insuficientes y contradictorios. La opinión pública y las movilizaciones contra la guerra de ayer, de hoy y de mañana, no dejan resquicio a la duda. Algo falla en este tinglado. El Gobierno ha sufrido una aplastante derrota moral y política, y ha perdido legitimidad y credibilidad. El Gobierno que es un solo hombre, porque los demás actúan por disciplina o más propiamente por obediencia ciega o por temor al despido, no puede erigirse arbitrariamente en representante de todo un pueblo, y conducirlo a la agresión criminal contra el pueblo iraquí, a los dictados del terror y de la alarma, que han provocado Bush y sus marionetas, para amedrentar a sus propias gentes.

Frente a esa detestable actitud imperialista y colonialista, frente a la muerte de la inocencia que se nos propone, el cronista evoca aquellos versos de Alberti: "Aquí lo grito: ¡No más guerra!/ Óyeme tú, la ferozmente/ pulverizada arquitectura./ Tú, el imperio de la locura, el sueño hundido de un demente./ Lo grito aquí:¡ Paz! Y lo grito/ llenas de llanto las mejillas./ ¡Paz de pie! ¡Paz! ¡Paz de rodillas!/ ¡ Paz hasta el fin del infinito!".

Y si el mundo se estremece y se encrespa, ante la sinrazón y la rapiña, ¿qué pasa en nuestra autonomía? El PP está nervioso y trata de sacar pecho de sus miedos. En el Ayuntamiento de Alicante, ha corrido la sangre, literalmente, de Casimiro González, militante de EU, cuando Díaz Alperi ordenó desalojar, del pleno, a varios trabajadores de Sintel, que protestaban. Un número de la Policía Local sujetó a Casimiro González y le provocó una hemorragia. Mientras lo atendía la concejala de EU Camino Remiro, el portavoz socialista, Blas Bernal, pidió al alcalde inútilmente que suspendiera la sesión. Luego, el popular Pedro Romero arremetió contra la concejal de la oposición y recomendó, en un gesto decididamente fascista, que no asistieran a los plenos, personas enfermas, como si la casa de la ciudad fuera un campo de batalla. Y en las Cortes Valencianas, el PP impidió un pronunciamiento contra la guerra de Irak. ¿Por mayoría absoluta? No, por sumisión absoluta. Por cobardía absoluta. Qué de miserias.

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