JOSÉ ANDRÉS ROJO, ENVIADO ESPECIAL | Guadalajara
"El mayor premio que he recibido, mucho más importante que el Nobel si es que alguna vez me tocara, es que Juan Ramón Jiménez escribiese una semblanza sobre mi obra en el primer libro que publiqué", confiesa Cintio Vitier, premio Juan Rulfo de 2002. "Me han oprimido a agasajos", añadió después, en la segunda jornada de la Feria del Libro de Guadalajara (México), recordando una frase de José Martí. El encuentro con Vitier fue breve pero intenso.
El balance de la 18ª edición del Salón del Libro y de la Prensa Juvenil, que hoy se cierra en París y que ha tenido a España como país invitado, es optimista: más de 130.000 personas se han desplazado hasta Montreuil, en los alrededores de la capital, para deambular entre librerías efímeras, pedir autógrafos de algunos de sus autores más admirados, asistir a sesiones de contar cuentos, ver espectáculos de danza, escuchar e intervenir en debates sobre la edición, ilustración o redacción de textos o, simplemente, para leer.
El milagro renovado de la ciencia ficción estriba en que uno afronte una novela que transcurre en el año 10000 en un mundo habitado por arañas inteligentes en órbita de un sol que se enciende y se apaga, y que a las veinte páginas se sienta como en casa.