"El secuestrador y yo estábamos en la misma barca"

Apenas 18 horas después de finalizar el secuestro en la escuela de L'Hospitalet, el comisario Carlos Rubio, jefe de la Brigada de la Policía Judicial de Barcelona, rememoraba ayer la larga negociación que mantuvo con el ex alumno N. A. M., de 17 años, para conseguir que liberase a los 20 niños que retuvo durante cuatro horas. La juez de menores decretó ayer su ingreso durante tres meses en un centro en régimen cerrado como medida cautelar.

Pregunta. ¿Dónde estuvo la clave para que el secuestro acabase bien?

Respuesta. Con el secuestrador hay que ponerse en una situación de igualdad. Si sale mal yo también habría fracasado. Estábamos los dos en la misma barca. El negociador puede conseguir lo que sea, pero nunca agravar la crisis. Lo más difícil fue razonar con él y plantearle que debía liberar a los niños desde el principio.

P. Pasaron dos horas antes de que saliesen 16 de los 20 niños. ¿Por qué?

R. El se acabó dando cuenta de lo que le dijimos desde el principio, y es que no podría controlar a 20 niños durante mucho tiempo.

P. Se ha dicho que el móvil del secuestro era económico. ¿Hablaron mucho de dinero?

R. Durante la conversación explicó que él y su familia estaban pasando por una situación económica delicada. Empezó pidiendo un millón y medio de euros, luego rebajó a un millón y yo creo que al final hasta hubiera aceptado cien mil pesetas. Pero todo eso fue saliendo durante la tarde. No era bueno hablar mucho de sus penurias, porque eso hubiera reavivado la situación.

P. Se dice que en estos casos el tiempo corre a favor de la policía, pero fuera de la escuela cada minuto que pasaba aumentaba la angustia.

R. El negociador no puede contaminarse con lo que ocurre fuera. Aquello era una olla a presión y el combustible es el tiempo, que transcurre a favor de la policía, pero en contra de los políticos que han de tomar las decisiones y de los medios de comunicación y los padres. Hay que tener claro que el que manda no negocia y el que negocia no manda.

P. ¿Está diciendo que consultó el desenlace del secuestro con los representantes políticos que fueron a la escuela?

R. El negociador no toma las decisiones, pero los que las toman no deben interferir en ese proceso.

P. ¿Hubo alguna interferencia en esa negociación?

R. Ninguna. Los políticos entendieron cuál era su papel y el equipo negociador hizo su trabajo. El psicólogo de la policía y los profesores del colegio nos ayudaron a entender al chico.

P. ¿Cuándo se dio cuenta de que el secuestro podía acabar bien?

R. Él seguía enfrascado en sus reivindicaciones económicas y yo le introduje el elemento de la comida porque se iba haciendo tarde. Lo aceptó y le dijimos que preguntase a los niños qué querían. Respondió que unas pizzas y no le dimos importancia, porque eso hubiera levantado sospechas. Lo transmití a la autoridad y se decidió que el repartidor sería el policía que intentaría reducirlo si podía y no estaba amenazando a los niños.

P. ¿Habló con él cara a cara tras la detención?

R. Lo intenté, pero se negó. Es un tipo avispado y curtido que enseguida asumió su papel de detenido y que tenía derechos. No insistimos porque era un menor y había que ponerlo a disposición de la fiscalía.