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Reportaje:SECUESTRO EN UN CENTRO ESCOLAR

Tres horas de confusión y nervios en el instituto Santa Eulàlia

Las familias de los niños tuvieron escasa información sobre lo que estaba ocurriendo

Blanca Cia

Unas siluetas se recortaban en lo alto del edificio del colegio Casals dels Àngels, de L'Hospitalet. Saludaban a la multitud que se había congregado en la plaza, que rompió a aplaudir. Era parte de los niños que habían permanecido secuestrados durante más de tres horas. Y era la señal de que el terrible susto había pasado. Minutos después empezaban a salir por la puerta del colegio, con sus padres, confesando, entre lloros, que habían pasado miedo, mucho miedo.

La reacción de muchos de los chavales al salir, en medio de focos, cámaras y policías, era de perplejidad. Algunos lloraban y todos iban abrazados a sus padres. Una de las niñas, bastante nerviosa, aventuró: "Me parece que el chico [por el secuestrador] es el hermano de una amiga mía". La impresión infantil se confirmaría más tarde.

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Pero los que más acusaban la angustia eran los padres, que aguardaron noticias en el Instituto Santa Eulália durante toda la tarde. Ese centro está situado frente al colegio, al otro lado de la plaza de Pío XII, frente al mercado municipal, y se convirtió en una inmensa sala de espera de profesores y padres, porque todos iban allí a buscar noticias de sus hijos.

Algunos, en la carrera desesperada por tener información, se tropezaban con sus propios hijos o hijas en una calle atestada de gente. No eran de la clase secuestrada y, como el resto de los alumnos del colegio, habían salido inmediatamente siguiendo las indicaciones del profesorado, que se inventó la excusa de que se iban de excursión.

La confusión sobre la clase concreta que había sido retenida flotó en la plaza y entre los padres durante un buen rato. "Pensaba que era vuestra clase. Eso me ha parecido oír por la radio", exclamaba un padre, abrazando a su hija, que estudia sexto y estaba en la clase situada justo al lado de la de los secuestrados: "Oímos gritos y ruido, pero como el profesor de inglés es divertido y gasta muchas bromas, no le dimos importancia", explicaba una alumna. "Pero luego sí que me extrañó, porque nos hicieron salir a todos y no era la hora", añadía.

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"Los han tenido engañados para que no se enteraran de lo que estaba pasando realmente, era una manera de tranquilizarlos", aseguraba Mariano Matamoros, padre de una alumna del centro de tres años que, como todos los más pequeños, salió del centro en fila india, cada uno cogido de la ropa del anterior. Mariano definió la situación como "una experiencia horrible", pero no dudó en volver a la plaza tras dejar a su hija en casa de sus suegros, informa Dulce Valero.

La madre de una niña, Judith, que sí estaba en la clase de 5º, la secuestrada, aguardaba en la calle. Tensa, nerviosa, llorando. "No nos dicen nada. No sabemos nada", resumía con el móvil constantemente en el oído. Otros alumnos de diversos grados de primaria explicaban que habían oido ruidos. "Luego nos pareció que lloraban, pero ya salimos".

A lo largo de la tarde los pasillos del instituto fueron un ir y venir constante de familias. También de muchas profesoras y profesores, todavía con las batas escolares puestas. "Estamos todos desechos", explicaba Ana Busto, empleada en el comedor del centro escolar desde hace 14 años.

Los familiares directos de los chavales eran conducidos a unas dependencias situadas al fondo de la planta. Allí eran atendidos y recibían apoyo psicológico para combatir la angustia.

Los nervios estaban a flor de piel. La irrupción, corriendo, de un adolescente que quería tener noticias sobre su hermano fue frenada en seco por un agente de policía. "¿Qué tipo de familiar es usted?, ¿qué grado de parentesco tiene?", fue el peculiar interrogatorio del policía al chico, que estuvo a punto de perder los nervios.

También en corros las profesoras del centro, a la espera de tener noticias, comentaban que el secuestrador tenía que conocer el colegio -lo que más tarde se confirmaría- porque entró con decisión. "Ha entrado por secretaría, se ha tapado la cara y ha subido corriendo al primer piso", explicaba Pilar Fontdevila, profesora de cuarto de primaria, que informaba de que el secuestrador había obligado a salir al profesor que en ese momento daba clase a los de 5º.

Añadía que la primera reacción de los docentes al ver que ocurría algo extraño fue "aguardar". "Pero luego hemos ido saliendo poco a poco hacia el instituto", puntualizó. Otro docente del centro, de educación física, daba otra versión: el secuestrador había retenido a dos niñas antes de subir. Mientras los profesores comentaban lo ocurrido, la llegada de otro familiar provoca más llantos.

Casi a las seis de la tarde se extendió el rumor de que el delincuente había dejado salir a 16 de los adolescentes. Pero nadie confirmaba o desmentía con certeza a las familias lo ocurrido. La pregunta iba de un corro a otro en los pasillos, entre familiares y profesores. Nadie decía nada. Y el desconcierto se apoderó de todos los que aguardaban en el instituto.

Vivas y aplausos

Fuera, en la calle, el clima se iba caldeando y un grupo de jóvenes casi uniformados, con el pelo bastante rapado, cazadoras cortas verdes-negras y zapatillas de deporte gritan "muerte" al secuestrador. A las siete de la tarde se organizó un revuelo en los pasillos del instituto, cuando los enfermeros de la Cruz Roja abandonaron el centro. Todo parecía indicar que el desenlace ya estaba próximo. Los padres empezaron a salir del fondo del pasillo. Llorosos, consternados atravesaron la planta central y salieron a la calle, donde se había formado un cordón de seguridad para facilitarles el acceso al colegio de primaria.

La gente concentrada en la plaza, que parecía vivir el suceso como si se tratara de un espectáculo en directo para la televisión, les saludó con aplausos y vivas. Pese a la algarabía del exterior, el rostro de madres y padres no traslucía tranquilidad. Más bien todo lo contrario. Sin duda, la tensión acumulada se desató cuando, al acabar de cruzar la plaza, pudieron entrar en el centro y abrazar a sus hijos. Por fin, todo había terminado. Y había terminado bien.

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Sobre la firma

Blanca Cia
Redactora de la edición de EL PAÍS de Cataluña, en la que ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en diferentes secciones, entre ellas información judicial, local, cultural y política. Licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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