_
_
_
_
_
Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Todos los diarios en libertad

Los lectores de Carmen Martín Gaite -que somos legión- ya conocíamos la existencia de estos Cuadernos de todo, que aunque nunca fueron destinados a su publicación ya habían sido mencionados por ella en muchas ocasiones a lo largo de su vida, a la que acompañaron fielmente durante más de cuarenta años, antes de que su fulminante e inesperada desaparición -que todavía se nos presenta calentita (como si fuera la vida en lugar de la muerte) pese al par de ellos transcurridos- nos los haya dejado entre las manos, de manera tan parcial como antológica, como lo advierte su preparadora, María Victoria Calvi, que así ha cumplido lo mejor que ha podido el encargo de la heredera de la escritora, su hermana Ana María, contando también con el ferviente prólogo del narrador y asimismo buen amigo de la autora de El cuento de nunca acabar, Rafael Chirbes.

CUADERNOS DE TODO

Carmen Martín Gaite. Debate/ Círculo de Lectores. Madrid, 2002 680 páginas. 35,90 y 34,30 euros, respectivamente

Pues lo que ahora se pone a nuestra disposición no es el entero contenido de estos más de ochenta cuadernos -más o menos, según se nos advierte-, sino una bastante amplia selección de 36 de ellos, evitando reiteraciones, fragmentos de obras ya conocidas por anteriormente publicadas o datos y detalles privados propios y ajenos de nulo o indebido interés público. En realidad, como todo escrito póstumo -sobre todo cuando no se trata de una obra propiamente dicha-, este tipo de publicaciones produce siempre cierta sensación de mala conciencia por doquier: por parte de quienes las propician, por el temor de traicionar la memoria del creador desaparecido -o creadora, como en este caso-; por parte de los lectores también, que van en busca de algo que ya no existe como tal; por parte de amigos y adversarios, que tampoco podrán aquí encontrarse. Sólo los editores tienen claro lo que intentan, seguir explotando la memoria desaparecida y que arreen los demás, que lo son porque vienen después. También los científicos vendrán al final en busca de tesis perdidas, para asegurarse oposiciones o inseguros escalafones todavía provisionales, pero todavía no estamos aquí en este caso. Se trata, por lo que veo, de conseguir con estos cuadernos recuperar la obra de la escritora, de resucitarla un poco, como si salieran en busca de más interlocutores, que es lo que ella hacía sin parar y siguió haciendo hasta su muerte. Muerte que en su momento nos dejó desarbolados y con ganas de imitarla cuando ella habló de la de su compañero Ignacio Aldecoa, decretando que los años cincuenta empezaban a ser historia, y ahora diríamos: 'Un aviso: ha muerto Carmen Martín Gaite y el siglo XX empieza a ser historia'.

Este grueso volumen es un

verdadero centón, cuya unidad sólo podrá encontrarse a través de la búsqueda de su creadora. Rafael Chirbes lo intenta subrayando sus tres inspiraciones, el amor cortés, el barroco y la mística, que si bien fueron acentuando la personalidad de la escritora no la definieron desde sus principios y habría que completarlos con su condición de mujer provinciana, con su disciplina universitaria tan rota como recompuesta una y otra vez, y con sus tentaciones fantásticas y reiteradas fugas siempre frustradas. En resumidas cuentas, la caperucita galaico-salmantina insertada a bote pronto en el grupo más genuino de la narrativa española de mediados del siglo pasado (Ignacio Aldecoa, Rafael Sánchez Ferlosio, Medardo Fraile, Jesús Fernández Santos, Luis Martín Santos y Juan Benet, entre otros) nunca salió de casa aunque se fugaba de ella sin cesar como si sólo pudiera imaginarse desde Manhattan. Las realidades de su casa siempre le obligaron a volver al redil, convirtiendo su vida en viajes de ida y vuelta, desde el Ateneo de Madrid hasta Estados Unidos, de Macanaz a Guadalhorce, del teatro a la televisión o de la traducción a la poesía a rachas; y de su matrimonio con Sánchez Ferlosio a la separación posterior, pasando por su primer hijo muerto niño, la casi simultánea desaparición de sus padres, las de algunos amigos importantes como Aldecoa, Martín Santos, Juan Benet o el joven profesor Gustavo Fabra (su mejor interlocutor y en un estúpido accidente, además) o la trágica historia de su hija Marta, que estuvo en el origen de estos cuadernos al regalárselos de niña y bautizándolos así, muerta con su compañero después en plena juventud, de tal manera que a su madre ya no le quedó más remedio que volver al redil de nuevo y quedarse allí a nuestro lado y para siempre.

El amor inspiró toda su vida,

aunque nunca vio la libertad en lo sexual; amor por la vida, con los ojos y los oídos siempre abiertos, por los amigos, por los libros, los viajes y la naturaleza (aunque fuera desde el cuarto de atrás), rechazando lo académico o la narración egocéntrica. Se culpabilizaba por haber abandonado lo público en favor de lo individual, pues pensaba que la mujer lo privatiza todo, pero eso le permitió ampliar su conciencia literaria en todas las direcciones. No vemos su rostro del todo en estos cuadernos, que son una especie de obra desguazada y naciente, sólo lo vemos al trasluz, como en transparencia, de tal manera que hay que verla a través de su obra en primer lugar, que es el mejor de sus acercamientos. Porque eso es lo que hay que hacer, primero leerla objetivamente -toda su obra es objetiva desde dentro- y luego leer estos cuadenos para verla mejor. O sentirla perforando sus fragmentos: 'Cuando llegas al muro / donde acaba el amor / ya no hay escapatoria. / La buscas, sin embargo / con tan tenaz y denodado afán / que llegas a creer estar a salvo / ¿Pero a salvo de qué?'.

Carmen Martín Gaite obtuvo el Príncipe de Asturias en 1988.
Carmen Martín Gaite obtuvo el Príncipe de Asturias en 1988.EFE/J. MARTÍN

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_