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Columna
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Sectarios

Los muertos son el mejor testimonio de que corren malos tiempos para la tolerancia por todo el planeta. De Washington a Moscú, de Bagdag a la isla de Bali, volvemos a ver cómo algunos puritanos pretenden ahorcar hoy a su gato porque ayer se zampó una rata.

Los fundamentalismos son distintos, pero la intolerancia es la misma y aquí, aunque seamos diferentes, no son precisamente ejemplos lo que faltan. Nuestro particular fundamentalismo, que sigue siendo el nacional catolicismo, se manifiesta todos los días institución a institución allí donde gobierna el Partido Popular. Desde el Gobierno central que peregrina a Roma para asistir a la canonización de Escrivá de Balaguer hasta el presidente de la Diputación Provincial de Valencia, Fernando Giner, que asiste a todas y cada una de las procesiones de su distrito electoral.

Obviamente lo de Giner con las procesiones no tendría más importancia si lo hiciera como devoto de a pie y no como un reyezuelo, con toda la pompa y circunstancia del coche oficial, servicio de protocolo y fotógrafo institucional. Y no es una cuestión de gastos, sino de símbolos. De cómo se instrumenta la religión para la propaganda y todo ello se cubre bajo el sufrido palio de una institución que constitucionalmente se supone laica y aconfesional. Pero pedirle este tipo de distingos a un ex falangista como Giner, tal vez sea pedirle peras al olmo.

Y no es un asunto local. En cuestión de intolerancia la huerta murciana produce melones tan gordos como la de Valencia. Allí unos profesores universitarios que han cuestionado la solvencia técnica y medioambiental del Plan Hidrológico Nacional se han visto obligados a pedir amparo en vista del linchamiento al que están siendo sometidos por el PP. Las autoridades han elevado a los altares del interés general el PHN y pobre del murciano que se atreva a discrepar aunque sean en nombre de la ciencia.

¿Pero qué otra cosa pueden hacer los caciques valencianos o murcianos con el espejo que tienen en el Gobierno central? Lo malo no es que Aznar mande un rosario de ministros a la canonización del fundador del Opus, lo horrible es que pretenda gobernar con sus ideas y ahí está el caso de Bernat Soria, ejemplo de cómo un gobierno sectario frena el desarrollo de la ciencia y niega la esperanza a miles de enfermos.

A fin de cuentas es este mismo Gobierno el que recorta becas, el que favorece a la educación privada, el que quiere introducir la segregación en la escuela, el que se niega a devolver los archivos de la Guerra Civil incautados en Salamanca... y el que otorga subvenciones millonarias a la Fundación Nacional Francisco Franco. Pero bueno, ya lo decía don Marcelino Menéndez Pelayo, 'sin un poco de fanatismo no se hacen milagros en filosofía ni en otra ninguna ciencia humana'.

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P. S. Y así, ayer ningún miembro del Gobierno valenciano se sintió en la obligación de asistir al funeral de Alfons Cucó. Sí lo hicieron los senadores Pedro Agramunt, Esteban González y Vicente Ferrer y ello les honra como personas y como políticos tolerantes.

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