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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Reconquistar Colombia

Cuando aún no ha cumplido cien días de mandato, la popularidad del presidente Álvaro Uribe en Colombia sigue rozando el cielo. Lo que en esencia está haciendo el líder liberal sin partido es lanzarse a la reconquista de su propio país, devolver una presencia del Estado a las extensas zonas del mismo donde sólo imperaban la guerrilla o los paramilitares. La idea es impecable, su ejecución será crucial.

De un lado, fuerzas especiales han completado el grueso de la reocupación del cinturón de narco, guerrilla y delincuencia que abraza Medellín desde sus laderas de miseria, segunda ciudad del país, con más de dos millones de habitantes. Tras varias jornadas de combates y algunas docenas de muertos y heridos, el Ejército ha restablecido el orden en los poblados que circundan la villa, que deberá ser consolidado en los próximos días con toque de queda y ley seca.

De otro, ha comenzado la operación limpieza en tres de los siete municipios de Arauca, en el noreste,donde el Estado no era ni un mero convidado de piedra. En el Arauca hay unas 12.000 hectáreas de cultivo de coca y un largo tramo de conducto de crudo, y para erradicar cultivos, reeducar cultivadores, eliminar la financiación guerrillera y paramilitar de los mismos y proteger el tubo -como los naturales llaman al oleoducto- se ha creado una 'zona especial de rehabilitación', al amparo del estado de sitio. Ello implica inquietantes limitaciones de la legalidad, como el reconocimiento en ciertos casos de atribuciones judiciales a los militares, o la prohibición del ingreso de extranjeros, es decir, de testigos.

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La toma de Medellín y el asalto a Arauca son desembarcos del Estado colombiano en su propia tierra, y como tales, han sido inicialmente aplaudidos por la mayoría de la opinión nacional. Pero si en el primer caso hará falta dejar tropas poco menos que permanentemente para que la capital antioqueña no recaiga, en los municipios en vías de rehabilitación será preciso seguir muy de cerca esa experiencia de autogobierno militar, que jamás podrá concebirse como de duración indefinida. Como habrá que exigir que a los campesinos que han hecho de la coca su medio de vida forzados por la guerrilla o los paramilitares se les provea de medios de vida alternativos. Todo ello significa tanta o más inversión pacífica que ofensiva militar.

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