_
_
_
_
_
TELE 5 | 'SALSA ROSA'
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Salsa en mal estado

Salsa rosa (Tele-5, sábado) se suma a la ola de chismorreo sobre famosos que inunda el planeta televisivo. Tómbola, que antaño se consideró excepción, se ha convertido en modelo imitado, perfeccionado y superado. Un plató colorista, teóricos especialistas y una serie de personajes de origen endogámico-televisivo bastan para confeccionar esta pringosa salsa, que combina sabores frívolos con otros vomitivos. El programa, que duró tres horas en lugar de dos, empezó con cierta voluntad de decoro. Santiago Acosta, ex presentador de Al descubierto reconvertido en Santi, declaró, antes de que el programa se le fuera de las manos, que trataría la actualidad 'con escrúpulos y respeto'. En efecto: la primera invitada fue María Jiménez, que, asida a un pitillo y a un cubata, toreó las reptiles preguntas de quienes pretendían reabrir sus heridas emocionales. La cantante salió indemne de una mezcla de Ésta es su vida y Sorpresa, sorpresa y rentabilizó su presencia promocionando su espléndido disco.

A partir de allí, el programa cayó en lo más bajo del género. Reyertas entre concursantes y parientes de Gran Hermano (Kiko y Encarni, exprimiendo la ancestral enemistad entre yernos y suegras), reportajes sobre Chenoa-Bisbal con uso de cámara oculta (que, con la coartada de la investigación, invaden la intimidad), confesiones de Yo-no-trago Bofill (para poder tragar necesitó un brebaje servido en vaso de plástico) y una graduación descendente de ex misses y camareras a tiempo parcial ávidas por hacerse un hueco en este resbaladizo escenario. Y, como novedad, una mesa de cotillas reclutados en la calle en la que destacó un maestro de kárate llamado Felipe Hita, que, en plan Matamoros, hará carrera. Gritos, estridencias, preguntas de supuestos periodistas que no esperan a que les respondan, aplausos que azuzan la maraña o jalean la vulgaridad y otras formas de pringue se suman a linchamientos pactados o inducidos que expanden los beneficios de eso que, con gran acierto, Terenci Moix denominó 'industria de la intimidad'. Lo peor de Salsa rosa no es su contenido, tan parecido al de tantos y tantos programas, sino la tendencia a la que se suma, explorando nuevos filones de conflicto. ¿Cuál será el próximo debate? ¿Y la próxima pregunta? Probablemente, y como ya apuntó algún colega, pruebas de paternidad en directo, o debates sobre si la ex de algún torero contrajo ladillas por culpa de la mala higiene de un gigoló acusado de malos tratos. Que el periodismo de investigación se vea envuelto en semejante lodazal no deja de tener su guasa.

El estreno de Salsa rosa, el sábado 21 de septiembre, fue seguido por 2.192.000 espectadores (22,6% de cuota).

El estreno de Salsa rosa, el sábado 21 de septiembre, fue seguido por 2.192.000 espectadores (22,6% de cuota).

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_