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PERSONAJES

Con la verdad por delante

La tenista francesa Amelie Mauresmo siempre da la cara, en la pista y fuera de ella

'Yo no puedo ponerme en la piel de los espectadores', explicaba la francesa Amelie Mauresmo, de 23 años de edad, justamente antes de enfrentarse a la norteamericana Venus Williams, que la derrotó, en una de las semifinales del Open de Estados Unidos de tenis. 'Sin embargo, creo que la gente está cansada de ver siempre la misma final, entre Venus y Serena [ése fue el duelo decisivo y esta vez se impuso la segunda]. Para mí, al menos, esta situación resulta irritante. Lo que quieres hacer es salir a la pista y ganarlas. Pero no es nada sencillo'.

Sus seis citas con la mayor de las hermanas Williams han sido negativas para Mauresmo. En cualquier caso, ella sí es capaz de confesar que ambas están un peldaño por encima de las demás. Ya lo dijo después de caer ante Serena en las semifinales del torneo de Wimbledon en julio pasado: 'Las otras debemos centrarnos en la lucha por la tercera posición del ránking'. Un mes más tarde, después de ganar a la estadounidense Jennifer Capriati en la final del de Montreal, lo veía ya algo distinto: 'Afirmé eso tras una derrota. Estaba frustrada'.

En la vida de Mauresmo la sinceridad ocupa un lugar preponderante. Muchas veces ha sufrido los efectos de su exceso de honradez al exponer incluso aspectos íntimos de su personalidad. Le ocurrió cuando explotó en 1999 al alcanzar la final del Open de Australia, que perdió frente a la suiza Martina Hingis. Allí se confirmó como uno de los valores de futuro más potentes. Allí acreditó un revés eléctrico mejor que el de cualquier otra jugadora hasta la llegada de la belga Justine Hennin. Pero también allí confesó su lesbianismo de forma abierta, sin tapujos. Y eso, más que su juego, la convirtió en portada de las mejores publicaciones.

Ya en Melbourne, la norteamericana Lindsay Davenport fue mal interpretada en su conferencia de prensa cuando, refiriéndose a la francesa, comentó que algunas veces había tenido la sensación de estar enfrentándose a un hombre. Y luego Hingis indicó: 'Se la ve allí, con su amiguita. Debe de ser medio hombre'.

Aunque después las dos se disculparon, Mauresmo tomó nota de las palabras de Davenport y Hingis. No obstante, el estallido final se produjo en Francia pocas semanas después. La revista Paris-Match publicó unas fotografías en las que estaba besando a su compañera sentimental, Silvie Bourdon. Había decidido no esconder este aspecto de su vida, tal vez mal aconsejada, pero no calculó bien el impacto que produciría.

Le costó recuperar la calma. Desde enero de 1999 hasta finales de 2000 ganó sólo dos torneos menores, aunque disputó otras dos finales. Pasó por lesiones, tuvo momentos de duda y concluyó este recorrido el año pasado rompiendo con su situación anterior, desplazando su domicilio a Ginebra y fichando al ex jugador Loic Courteau como entrenador. Con el cambio volvió la calma. Mauresmo recuperó la sonrisa y afloró de nuevo su personalidad. Se manifestó abiertamente contra Le Pen cuando la ultraderecha francesa desbancó a los socialistas en las últimas elecciones. Y luego, al ser preguntada sobre qué ley cambiaría en su país si pudiera, respondió que alargaría el plazo de decisión que las mujeres tienen para abortar. Pero la mejor lección que aprendió en todo este tiempo fue ésta: 'Cuando soy feliz en mi vida personal, mi tenis es mejor. Eso es muy importante'.

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