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Reportaje:SENDEROS LOCALES ALREDEDOR DE DALÍAS

Paseo por veredas de antaño

Resulta difícil imaginar que a menos de 12 kilómetros de la comarca del Poniente almeriense, que desparrama sus plásticos de invernaderos por la costa, existe un valle protegido por la Sierra de Gádor que hace las veces de balcón a la inmensidad del mar de plástico y el mar real. El balcón natural no es otro que el municipio de Dalías, situado a una altitud de 411 metros y que ha sabido hacer de la montaña uno de sus mayores reclamos.

El circuito de senderos locales de interés cultural en el entorno de Dalías no resulta novedoso para los autóctonos del lugar que, con hartura, recorrieron antaño sus antiguas veredas para acceder a las fincas de la zona este de las vegas de Dalías y Celín. Para el visitante, en cambio, un paseo por sus caminos puede despertar la inquietud sobre un pasado en el que fenicios, romanos y musulmanes gozaron de la riqueza de su sierra; y éste puede asimilar la evolución de los cultivos de uva de mesa, en el regadío, y almendro, en secano, -de los que todavía existe algún testigo- anteriores a la actual agricultura intensiva.

'Entendimos que teníamos unas rutas dignas de mostrar a un público y de ser consideradas como un museo al aire libre. Al recorrerlas uno puede observar la vegetación autóctona mediterránea que siempre ha predominado en el lugar, el cultivo tradicional de parrales e incluso el entramado árabe en el que se disponen muchos cultivos por la influencia del pasado', expone la alcaldesa del municipio, María Elena Sánchez.

El recorrido, con una longitud aproximada de cuatro kilómetros que se salvan en no más de hora y media, está recomendado en cualquier estación del año. Los matices del circuito permiten destacar el singular conjunto formado por la Torre de Aljízar y la Ermita de los Dolores, o señalar los Baños de la Reina como el único ejemplo completo de baños árabes existentes en la provincia de Almería.

Pero la ruta lleva al paseante a uno de los lugares que se antoja el mejor de los referentes socioeconómicos: el ya despoblado barrio de San Miguel, en Celín, del que sólo existen casas abandonadas y en planta cuyas paredes gritan la cotidianidad de hace sólo tres décadas. 'El barrio de San Miguel ya existía en el siglo XVIII y era uno de los más poblados. La emigración lo ha reducido a unas cuantas casas abandonadas cuyos alrededores corresponde mantener limpios. Pero su valor etnográfico es indudable', aprecia la alcaldesa.

El camino a San Miguel conducirá al excursionista hasta la ermita del mismo nombre rehabilitada recientemente por suscripción popular. Desde la atalaya de la ermita de San Miguel el dominio visual sobre todo el Poniente almeriense es absoluto. La panorámica se funde con trozos de historia repartidos por las laderas, como la Santa Cruz que desde el lugar se avista. Cuenta la leyenda que su construcción, promovida por la Santa Inquisición, tenía por objetivo erigir el símbolo del cristianismo allí donde los musulmanes habían tenido por costumbre orar.

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