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Cuatro series perfilan la pujanza creativa de Antonio Saura

La antológica de Antonio Saura, abierta ayer en Salamanca, presenta obras inéditas que el pintor había apartado en su estudio en diferentes épocas, además de otras procedentes de los fondos de Sucesión y familiar y de colecciones privadas, que se distribuyen en cuatro temas. La exposición, organizada por Caja Duero, dentro de la programación de la ciudad europea de la cultura, se podrá visitar en la sala de San Eloy hasta el 15 de septiembre y aporta una sala documental, con libros ilustrados por Saura.

La muestra presenta 62 obras, algunas de ellas de gran formato, que se ordenan en torno a cuatro grandes temas en la trayectoria creativa de Antonio Saura: damas, retratos imaginarios, cabeza del perro de Goya y multitudes. En ese recorrido figuran cuadros procedentes de su primera etapa de los años cincuenta, pero también de sus momentos finales, de fechas antes de la enfermedad que motivó su fallecimiento.

La presencia de cuadros destacados de esos temas principales permite al comisario de la muestra, Emmanuel Guigon, calificarla como 'muy significativa, porque es muy emblemática de lo que fue la pintura de Saura a partir de 1956, cuando encuentra su lenguaje y un mundo tan evidente'.

Pintura gestual

El espacio que abre la muestra, ocupado por las damas, primer tema de su obra entre 1956 y 1959, 'permite advertir cómo poco a poco empiezan a destacar cuerpos en medio de una pintura muy gestual, a través de tres óleos muy importantes históricamente, pero también de dibujos muy experimentales sobre papel totalmente desconocidos porque los mantuvo en el taller, y que para Saura eran tan importantes como la pintura sobre tela; sentía gusto por el papel, sabía lo que era un grabado como obra única; no es la repetición de la obra pictórica', según Guigon.

La segunda sala es 'un clásico de Antonio Saura', con una amplia y sugerente serie de retratos imaginarios, dispuesta como 'una galería de retratos, cuadros colocados de manera sistemática para aportar la impresión de los retratos de una familia nobiliaria, con esas figuras que son un antirretrato pero que siempre son un autorretrato'.

Como en el espacio anterior, el dedicado a las obras sobre la cabeza del perro de Goya, integra cuadros de la primera etapa de Saura y otros creados en sus últimos momentos. Tres grandes cuadros alternan con otros de dimensiones más reducidas, como representación 'de una fascinación personal que tiene el artista, con una visión irónica, cruel, aunque Saura no es un pintor cruel a pesar de tener una visión cruel de la realidad, porque cuenta con la cualidad de la ironía', señala Guigon. En algunas de esas obras se establece cómo Saura, al igual que otros grandes pintores, 'al final de su vida vuelve a encontrar la juventud, la potencia, la violencia creativa, con el logro de obras maestras'.

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