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Crónica:TOUR 2002 | Undécima etapa
Crónica
Texto informativo con interpretación

Armstrong es Superarmstrong

Roberto Heras destroza a Igor González de Galdeano y el estadounidense gana la etapa y recupera el jersey amarillo

Carlos Arribas

En los tiempos míticos, el Aubisque era un misterio. Una carretera estrecha y sombría, mal asfaltada, rodeada de prados en los que sesteaba el ganado. Pero eso los corredores no lo veían. La bruma, una niebla baja y pegajosa, húmeda, lo oculta todo. Dicen que hay duendes, brujas, trasgos. A Algunos, como a Indurain, dicen, les anunciaban un futuro sin límites; para la mayoría, malos augurios. Los ciclistas, de siempre, bajaban el Aubisque con miedo. Miedo a caerse por la carretera resbaladiza, miedo a apariciones fantasmagóricas, miedo a encontrarse una vaca, o un oso, también dicen que hay osos, cruzados en la carretera. Pero eso era entonces. Ahora no, ahora en el Aubisque luce el sol, la gente está en camiseta naranja y en pantalón corto esperando a los ciclistas, tomando kalimotxo y cantando alegres canciones. Ya no hay misterios. Es el tiempo del ciclismo programado. El auricular y la emisora. El orden y la disciplina. ¿Quién teme a los osos?.

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No los teme, y eso es evidente, Pavel Padrnos, que es checo y muy grande, un coloso de más de 1,90 metros y casi 90 kilos. Una fuerza de la naturaleza que lleva al pelotón en fila india, que poco a poco va descremando al grupo, que en las rampas del Aubisque, soleadas, sorprendentes, marca un ritmo de mantenimiento pero fuerte. Es el primer col del Tour. Empieza la carrera de verdad. Jalabert va escapado, como siempre, se busca en libertad, no parará hasta encontrarse, pero no será hoy. El francés no ceja, pero madura, se ablanda, se excede pero nunca pasa de tres minutos y medio de ventaja. Hoy es el Aubisque de los fuertes, de Padrnos y de Peña, y también de Hincapie. Hoy no hay misterio. El ONCE-Eroski ya anunció que su liderato era virtual, provisional, que no real, que el verdadero líder era Armstrong, que trabaje su equipo. El US Postal trabaja; trabajan todos menos Landis, la revelación americana del año, que sufre. Pero cuando trabajan, orden, disciplina, esfuerzo voluntario, superación de sus propios límites, todo lo que el ciclismo simboliza, cuando trabajan no lo hacen para salir guapos, ordenados, disciplinados, esforzados y sudorosos en una foto o en la televisión, que tan bonito queda; cuando trabajan lo hacen con un sentido, con un sentido único: trabajan porque el jefe lo ha mandado, trabajan porque el jefe los necesita, trabajan porque Armstrong es Superarmstrong.

El pelotón lo presiente. El pelotón teme. El 'enigma Armstrong', el único misterio (y a medias), queda desvelado. La voz se corre. Armstrong quiere ganar la etapa y coger el maillot amarillo, quiere ganar en La Mongie, cerca de la cima del Tourmalet. Ninguna novedad, por supuesto. Ya lo hizo en el 99, cuando ganó en Sestriere, el día de la primera llegada en alto; y en 2000, que no ganó la etapa de Hautacam porque Javier Otxoa resistió más de lo que nadie podía pensar, pero sí fue líder; y en 2001, que se exhibió en Alpe d'Huez y aunque no cogió el maillot, que lo tenía un fugado de 35 minutos, sí que marcó diferencias con todos. Pero para 2002 sí que hay novedades. Armstrong quiere hacer lucirse a su equipo. Más aún: lo que de verdad quiere Armstrong es que el US Postal gana la general por equipos. Más aún: lo que de verdad de verdad quiere es que no la gane el ONCE-Eroski. Continúan las charlas entre soplidos y resoplidos: Armstrong está rabioso, a Armstrong no le gusta que cierta prensa española le haya dado por muerto, y todo porque no ganó la contrarreloj. Chechu Rubiera está con Armstrong, el corredor que lo idolatra. Hablan y parece que se cuentan un chiste. Los dos se ríen. El pelotón se mosquea. ¿Qué se habrán dicho? Todos sufriendo su ritmo y ellos riendo, ¿qué se traen entre manos? Rubiera dijo luego que Armstrong, simplemente, le preguntó que cómo se encontraba, y que él le dijo que el jefe no debe preguntar esas cosas, que la conversación debe ser al revés. 'Y cuando me dijo eso', confesó Rubiera, 'ya sabía lo que me esperaba'. Dos palabras: trabajo duro. A él y al otro escalador español, a Roberto Heras. Para eso están.

Si Lance Armstrong no gana el Tour lo gana Roberto Heras. Esto es un Tour de escaladores. Armstrong lo sabe y, según sus exégetas, ha planificado todo milimétricamente para alcanzar el punto justo en las etapas de montaña. El resto, la gasolina, se lo da la rabia y el orgullo. Y si Armstrong cree que esto es un Tour de escaladores, y que la contrarreloj es un asunto secundario, es que es verdad. Y si esto es un Tour de escaladores, y todavía quedan el Plateau de Beille (hoy), e Mont Ventoux (el domingo), Deux Alpes (el martes), La Plagne (el miércoles) y Cluses (el jueves) para probarlo, lo lógico será que lo gane un escalador. El mejor escalador es, en teoría, Armstrong, y el siguiente, no hay duda, es Heras.

Así que llegó el Tourmalet y Armstrong no atacó a pie de puerto. Tampoco atacó mediado el puerto, que por entonces era el trabajo de Rubiera, ni a final. No podía siquiera. Estaba en territorio Heras. Justo bajo la pancarta de cinco kilómetros para la cima se abrió Rubiera. Justo ahí se puso a tirar Heras. Justo entonces el grupo de favoritos, que contaba con Rumsas, Basso, Sevilla, Beloki, Kivilev y Azevedo se queda en tres. Superheras tirando de Superarmstrong y detrás, aguantando Beloki. Fue la lógica definitiva. Sólo quedaba jugarse entre ellos el triunfo de etapa. Entre Armstrong y Beloki. Heras lanzó y Armstrong remachó. Beloki entró más cerca que nunca del americano. A 7s. Pero 7s que son un mundo. Y a fin de cuentas, Armstrong hizo lo acostumbrado: ganó la primera etapa de montaña y se vistió de amarillo, y encima acabó con las dudas y fardó de equipo. Y por si fuera poco, recuperó a Roberto Heras, el bejarano de la mirada triste, para el ciclismo. Y todo sin perder la sonrisa, sin dejarse llevar por la urgencia. Como quien lava.

Lance Armstrong cruza la meta con el puño en alto para celebrar su victoria.
Lance Armstrong cruza la meta con el puño en alto para celebrar su victoria.ASSOCIATED PRESS
Roberto Heras tira de Armstrong en el ascenso al último puerto, copado por numerosos seguidores españoles.
Roberto Heras tira de Armstrong en el ascenso al último puerto, copado por numerosos seguidores españoles.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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