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VISTO / OÍDO
Columna
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Perros, vacas, gallinas y todo lo demás

En dos ocasiones, personas que asistían a charlas mías han intervenido para defender el vegetarianismo total: una bella joven haitiana en la FNAC, donde nos quejamos varios de la negativa del PP a una ley de protección a los animales, y dos jóvenes anarquistas en Valladolid. Es natural que hablemos con los perros porque son casi como nosotros. Yo cuento mi vida a mi buldog Bach por las calles -Trotsky, el gran, el querido bóxer, se me murió- con la impunidad de que no me comprende, pero sé que si no la letra, la música la entiende, y sabe de dónde me viene la depre, o como digan ellos, y una ridícula angustia de cuando en cuando me muerde. Los perros legalmente asesinados -'sacrificados, en el eufemismo veterinario- son 14.000 al año, sin contar los de la eutanasia.

Bueno, no es esto: el tema es la tortura de millones de animales desde que nacen hasta el matadero; las apretujadas gallinas ponedoras, la matanza del cerdo, las vacas estabuladas sin poderse mover y mamadas por mecanismos... Quizá no baste con atacar a las damas de abrigos de pieles para comerse luego una hamburguesa. O espolvorear insecticida en la casa. En realidad, lo horrible es la naturaleza, que algunos creen que tiene sentido, y hasta basan en ello unas creencias políticas que luego traicionan formando parte de gobiernos carnívoros que mandan soldados a la guerra contra el Tercer Mundo, llamado ahora 'terrorismo' para tranquilizar nuestra conciencia. La naturaleza existente es la de que animales y hasta plantas se comen unos a otros. Son una pasión de los grandes documentalistas de cine que aparecen en la televisión; entre un lince que devora un topo y un americano que encierra a unos afganos en Guantánamo sin siquiera la excusa de que necesita comérselos, no veo diferencias. Si me dicen que el lince está en extinción, lo leo con indiferencia. También me gustaría que estuviesen en extinción los guerreros humanos.

Desgraciadamente, cuando leo que Estados Unidos y Rusia van a limitar sus arsenales nucleares, me indigno. Sé que es para eliminar lo obsoleto, por razones económicas. Desde hace algunos millones de años el hombre se resiste al 'equilibrio' de la naturaleza y sus leyes caníbales y carcelarias; pero hoy no veo fácil que dejemos de comernos unos a otros en este reino animal que es el nuestro: sobre todo desde que la alimentación humana se cotiza en Bolsa.

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