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LA CRÓNICA
Columna
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¿Qué piensa el jabalí?

A las cinco de la tarde del lunes, en la falda del Tibidabo, en la mal urbanizada calle del Comte de Sert, un jabalí paseaba aspirando el asfalto con el hocico. Era la hora de salida de los colegios y algunos padres y niños se acercaron a observar el fenómeno. Las reacciones eran diversas. Desde la niña que lloraba de pánico hasta el niño que proponía apedrear al animal pasando por los que optaban por alejarse de puntillas. ¿Qué hacía el animal lejos de su hábitat? El domingo muchos barceloneses tuvieron la oportunidad de ver a varios jabalís despistados por la carretera de las Aigües y, horas más tarde, un noticiario informó de que el servicio forestal del parque de Collserola había rescatado a uno de esos bichos para devolverlo a su reserva. Un testigo me contó que los jabalíes tienen hambre y bajan a buscarse la vida por las zonas más habitadas, entre otras razones porque siempre hay algún humano que siente la tentación de darles de comer, lo que los sitúa a medio camino entre el animal salvaje que les obligan a ser y el animal doméstico en el que la ley no les deja convertirse. Me acerqué un poco más. El jabalí parecía triste, estaba flaco y me decepcionó no verle los caninos que le han dado fama. Moviendo la cabeza sin ton ni son, el animal se detuvo ante un envoltorio vacío de DooWap, un bollo industrial con pepitas de chocolate, pero yo no diría que eso pueda considerarse estar hambriento.

Los jabalíes que bajan a la ciudad desde Collserola, ¿por qué lo hacen? ¿Y qué relación hay entre ellos, los indigentes, el nuevo Danzatoria y el discurso de Artur Mas?

No le di más importancia, pero aquella noche soñé con jabalíes rusos que corrían por los nevados bosques de Ivánovo y luego con jabalíes que llamaban a un 906 para saber si eran Jabalí de horóscopo chino o si iban a morir abatidos por cazadores que los venderán a seis euros el kilo. A las 13.25 horas del día siguiente, pasé por el número 97 de Paral.lel. Allí, junto al bar Aníbal, había una cola de personas esperando en la puerta de uno de los comedores sociales que el Ayuntamiento organiza para intentar paliar los efectos más urgentes de la pobreza. Por el aspecto de los que esperaban, me pareció que algunos eran magrebíes, otros americanos, otros de aquí, pero todos arrastraban cierta incomodidad, como si les avergonzara estar allí, exponiendo públicamente su situación, esperando a que se abrieran las puertas del comedor. Me acordé entonces del jabalí porque observé en la mirada de la gente que pasaba delante de la cola reacciones que se asemejaban a las que produjo la aparición del animal: prevención, compasión, ganas de apedrearlos. La hipótesis de que el jabalí hubiera abandonado su hábitat para buscar comida me pareció simple. ¿Y si en lugar de ser un jabalí hambriento se tratara de un jabalí marchoso o con ideas propias?

La pregunta me estuvo corroyendo hasta que, el miércoles, acudí al Colegio de Periodistas para asistir a la presentación del libro Què pensa Artur Mas?, entrevista con el conseller en cap realizada por Rafael de Ribot. Además del autor y de los editores, acompañaron a Mas los directores de La Vanguardia, El Periódico y el Avui, que estuvieron cordialmente críticos o críticamente zalameros. En la platea, ex presidentes del Barça, ex candidatos a presidente del Barça, consejeros, hijos de presidentes de la Generalitat y un Duran Lleida al que el aire acondicionado le fue congelando el cogote a medida que avanzaba el acto. Mas estuvo convincente. Empieza a insinuar unas entradas que cuestionan su esplendor capilar y le alejan del modelo de corte de pelo a la navaja en el que han querido convertirlo. Mas tiene la suerte de que sus rivales, siempre tan perspicaces, le han dado la gran ventaja de ningunearlo, lo cual le ha permitido prepararse. Verbalizó así los mandamientos de su credo político: 1) ser auténtico, 2) ser ambicioso pero realista 3), ser valiente aunque no autoritario, 4) comprometerse con un proyecto coherente y 5) ser una persona sencilla, poco pretenciosa y prudente. Todo esto lo dijo con una gestualización algo forzada, que intenta vencer una timidez que parece no sentirse cómoda ni con los elogios ni con las críticas, y desarrollando un discurso en el que queda clara su intención de ser relevo y no sucesor de Pujol, aunque no tanto las diferencias entre lo uno y lo otro. Defendió a) la cultura del esfuerzo, b) el espíritu de superación, c) la autoexigencia, d) la familia y e) la amistad. Le aplaudieron porque jugaba en casa. Entonces caí en la cuenta de que tanto los que hacían cola en el comedor social como el jabalí perdido podrían suscribir este discurso.

Al salir, decidí ir en busca del animal y preguntárselo. Recorrí la calle del Comte de Sert y sus inmediaciones, pero no lo encontré. En la avenida del Tibidabo se ultimaban los preparativos para la inauguración de Danzatoria, un multiespacio situado en una zona noctámbula y bulliciosa de la ciudad. Será un local en el que ni los jabalíes ni los que hacen cola en los comedores podrán entrar, lo cual demuestra que, además de lo que dijo Mas, hay que tener suerte y medios. Si te sales de tu hábitat o pierdes el rumbo, acabas marginado, tan ocupado en sobrevivir que ya no te queda tiempo ni para pensar, ni para divertirte, ni para aspirar a gobernar tu país. A lo máximo que puedes aspirar es a que te den comida o te devuelvan a tu hábitat.

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