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Columna
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Salida al exterior

La literatura que en este país se escribe en castellano va dando poco a poco síntomas de encontrarse en una estabilidad mayor que en otros momentos y está casi a punto de convertirse, sin demasiadas exageraciones, en un sistema literario donde convergen escritores, editores y lectores. Quizás más allá del desamparo en el que vivió la literatura escrita por escritores actuales, queda una situación claramente mejorable, pero que respira aquí. Siempre quedó la posibilidad de salir o de irse a vivir a los dos grandes polos de creación literaria. Pero ahora, aquí y desde aquí, vuelven a aparecer algunos signos de actividad literaria trabajados, hechos y creados en este contexto, si no hostil, al menos no demasiado favorable, pero que empiezan a dar noticia de lo que se hace en esa literatura sin entrada en el sistema escolar.

Vuelven las antologías, esos denostados artefactos que sirven para dar a conocer de manera primaria, y no de forma esencial, la obra de un autor, que ofrecen una primera información y una rampa de lanzamiento para que el lector se anime en una realidad que desde la antología puede escoger a su gusto, como ha ocurrido con la publicación de Once para trescientos, la antología de mujeres poetas en el País Vasco.

Vuelven las revistas. La Casa de la Poesía de Zaratuz promueve Caja Baja bajo dirección de Leopoldo Zugaza, Carlos Aurtenetxe y Felipe Juaristi (Premio Rosalía del PEN Club gallego), y se presenta nuevo número de Ipar Atea, que sufren y trabajan Mari Feli Maizkurrena y José Fernández de la Sota.

Traducciones

Pero además hay una salida al exterior por medio de las traducciones. Coinciden en mi mesa de lecturas tres libros traducidos. Dos de poesía de autores vascos, Kepa Murua y Julia Otxoa, traducidos al portugués en Brasil, y un libro que desde el inglés traduce Eli Tolaratxepi. La voz de Elisabeth Bishop suena en la traducción de Norte y Sur de Tolaratxipi con una sensibilidad espléndida. Pero más que en el texto quiero fijarme en la importancia que supone el hecho de que el sistema sea capaz de crear escritores que también pueden ser conocidos como traductores en un contexto más amplio, y que el trabajo se realice no en una editorial pequeña y cerrada, sino en editoriales -también precarias, claro, cuando hablamos de poesía-que tienen un radio de acción mayor.

Un círculo mayor: ésa es la clave en un mundo en que la literatura, querámoslo o no, va a mantener un prestigio en la élite, pero también una posición de subsidariedad con respecto a otros sistemas de transmisión simbólica. A veces parece que las aventuras literarias son cosa de amigos que se van transmitiendo voz a voz, llamada a llamada, carta a carta, un cúmulo de admiraciones que pueden cristalizar o no en una aventura nueva. La publicación en Brasil de sendas antologías de Kepa Murua (Antologia) y de Julia Otxoa (Cartas a Mr. Gardener) muestra la posibilidad de la salida al exterior, la importancia de una trayectoria que se consolida con los años. Estos dos autores cuentan ya con su obra traducida , también de forma antológica, al italiano. Veremos después qué pasa con esas traducciones, si se leen o no, qué futuro espera a esa obra. Nadie publica en una gran editorial y consigue tener a los periódicos detrás de él todo el día; puede que éstas que cuento aquí sean aventuras frágiles. Quizás no es más que un espejismo, ¿quién sabe? Puede ser el principio de una gran amistad, que es lo que, en el fondo, procura la literatura, amistades.

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Mientras tanto, estas salidas al exterior ofrecen signos de estabilidad de la aventura de la escritura.

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