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AL VOLANTE | PRUEBA
Columna
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Solidez y discreción

El Toyota Corolla es uno de esos coches que va bastante bien sin destacar por nada: todo funciona correctamente, tiene unos mandos precisos y da sensación de solidez. Y se conduce fácilmente, aunque con una posición del volante algo peculiar: sólo se regula en altura y no en distancia, como sus rivales modernos. Pero el cambio queda muy a mano y tiene un accionamiento rápido.

Un turbodiésel con fuerza

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Más amplio y con diseño europeo

La unidad de pruebas montaba la versión baja del motor 2.0 D-4D turbodiésel (90 CV en vez de 110), que ofrece ya unas prestaciones satisfactorias para una familia media. Destaca su funcionamiento y progresividad a bajo régimen, porque responde con suavidad y fuerza casi desde 1.000 vueltas y no se nota el turbo. Estas virtudes le hacen muy manejable en todas partes y sobre todo en ciudad: tiene brío en las marchas cortas y apenas exige cambiar. También mantiene buenos cruceros en carretera, aunque pierde alegría en cuarta y quinta. Y es algo perezoso por encima de 4.000 vueltas: puede subir hasta 5.000, pero con una sonoridad y tacto poco agradables, y sin aumentar la potencia.

Estas premisas hacen que rinda mejor circulando a ritmos normales sin apurar las marchas. Así, se desenvuelve bien, incluso a plena carga, aprovecha la aerodinámica y ofrece unos consumos ajustados, aunque no entre los mejores: alrededor de siete litros a ritmos legales y entre ocho y nueve en conducción rápida y ciudad.

Noble y con aplomo

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A pesar de su discreción interior el Corolla da sensación de solidez: absorbe con solvencia los baches en pisos malos y no tiene ruidos de ajuste. Sin embargo, la marca japonesa ha optado por unas suspensiones más duras y con recorridos más cortos de lo normal.

Esta solución aumenta la sensación de aplomo en carretera y da seguridad: balancea poco en las curvas, gira muy plano y se agarra bastante bien. Y gracias a sus menores inercias es ágil, fácil de conducir y obedece al volante con fidelidad. A cambio presenta unas reacciones más secas que limitan el confort, sobre todo en viajes largos y pisos irregulares. Pero el comportamiento dinámico es noble, con una buena estabilidad y unos frenos y un ABS precisos que paran bien el peso y resisten los esfuerzos.

En realidad, la carencia más destacada del Corolla es que no puede montar el control de estabilidad ESP, un fallo importante en un modelo de última generación.

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