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Columna
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Rectores

En el no-debate que ha acompañado al nacimiento de la LOU las partes se han disuelto en la descalificación y el exabrupto sin ofrecer casi nada edificante a la ciudadanía. Abocados ya en los primeros días de vigencia de la LOU a la aplicación de sus previsiones, leo con cierto estupor que un colectivo universitario valenciano descalifica con adjetivos de peligroso y dudosamente democrático el procedimiento de elección de rector ya aplicable a la inmediata provisión del cargo en la Universidad de Valencia. Si se tratase de juzgar el procedimiento aprobado en concreto en relación a su eficacia e idoneidad, podrían admitirse algunos de los reparos que se esgrimen, como los relacionados con las incertidumbres sobre la campaña electoral, la difícil movilización del conjunto de electores (todos los profesores, todo el PAS y todos los estudiantes) o la reconversión del claustro en una Cámara de Empeachment (que no elige al rector aunque le puede destituir), pero al comparar los opinantes el modelo nuevo con el antiguo e intentar extraer bondad del anterior frente a las trampas del nuevo merman notablemente la credibilidad de sus argumentos.

Creer que la elección indirecta mediante representantes de los estamentos en el claustro (400 miembros pertenecientes en un 62% al PDI, un 27% a los estudiantes, y un 11% al PAS) no adolece de absentismo electoral es falsear la realidad: las cifras de participación de los diferentes estamentos para las elecciones a claustro explican con mucha claridad que si eso continúa del mismo modo ni se gana ni se pierde con el nuevo procedimiento pues la movilización de los electores, como mínimo entre los estudiantes, siempre arrojó porcentajes de participación tan irrisorios que cualquier demócrata, por nominal que fuese, debería estar preocupado por la persistente e invariable apatía de la inmensa mayoría de los estudiantes a votar durante el largo período de vigencia de la LRU. En la misma tónica pero mejor participación se encuentran el PAS y el PDI.

Plantear que la elección directa mediante voto ponderado es peor (menos democrática) que la elección por el claustro estamental es olvidar, con cierto desprecio de la opinión del profesorado, del PAS y de los estudiantes, que poder escoger directamente al rector (con la ponderación que introduce la ley para el cómputo del voto de los diferentes estamentos -el voto del PDI contará un 51%, y el de profesorado no funcionario, el de estudiantes y PAS, un 49% en conjunto- que antes se articulaba en los porcentajes de representación de cada uno de los estamentos en el claustro) nos da a la totalidad de la comunidad universitaria, es decir, a profesores -funcionarios o no-, a PAS y a estudiantes un voto de calidad que se suma al que tenemos para elegir el claustro; un voto, digámoslo, que antes nunca tuvimos, pues los representantes de los estamentos decidían por su cuenta a quién iban a elegir rector independientemente de la opinión de sus votantes, arrogándose un mandato representativo poco acorde con la no discutida realidad estamental y corporativa de la Universidad. Y, finalmente, creer que puede haber peligro de inestabilidad en que rector y claustro no sean consonantes es no tener ni pálida idea de los mecanismos que los modelos del presidencialismo brindan para la harmonización de sus respectivas legitimidades. No creo, pues, que una vez conocidos los candidatos y sus programas, ese voto de calidad sea algo prescindible y denostable. El mío, desde luego, no lo es.

vicent.franch@eresmas.net

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