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El Congreso de EE UU investiga la posible connivencia entre Arthur Andersen y Enron

La auditora ordenó destruir informes sobre el gigante energético justo antes de la bancarrota

Una de las múltiples comisiones de investigación sobre el caso Enron (la bancarrota de la principal compañía energética y el simultáneo enriquecimiento de sus directivos) quiere saber por qué la compañía auditora Arthur Andersen ordenó la destrucción de informes financieros de Enron justo antes de que esta empresa anunciara pérdidas y entrase con ello en una espiral financiera que condujo rápidamente a la ruina. La semana que viene comienzan las primeras comparecencias en el Senado. La revista Time desveló la existencia de una orden interna en Arthur Andersen que conminaba a quienes se encargaban de la auditoría en Enron a destruir todo el material empleado en la revisión de las finanzas salvo los 'papeles básicos de trabajo'.

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Así lo hicieron durante varias semanas; con ello eliminaron informes, documentos e incluso correos electrónicos que ahora estarían reclamados por los comités del Congreso que investigan este escándalo financiero. A la existencia de la orden interna de Arthur Andersen se une ahora un detalle que agrava su importancia: la destrucción de documentos se ordenó el 12 de octubre, justo cuatro días antes de que Enron, por primera vez en mucho tiempo, hiciera públicos los datos desastrosos de su negocio en el tercer trimestre del año pasado, el primero en el que hubo pérdidas 618 millones de dólares (680 millones de euros), después de siete años en constante crecimiento y, sobre todo, menos de una semana después de que la Comisión del Mercado de Valores abriese una investigación sobre posibles asociaciones con 'empresas tapadera' que servían para esconder la acumulación de pérdidas de la compañía en los meses anteriores. El 2 de diciembre, Enron entró en bancarrota.

Un portavoz de Arthur Andersen aseguró a este periódico que la destrucción de documentos tuvo lugar antes de que la Comisión del Mercado de Valores enviase una citación que reclamaba la entrega de los informes que estaban siendo destruidos; cuando se recibió la citación, según la empresa auditora, se dictaron instrucciones para preservar la información que todavía no había desaparecido.

Las comisiones investigarán la posible connivencia entre los directivos de Enron y los auditores de Arthur Andersen en la destrucción de información, que puede llegar a ser un delito de obstrucción a la justicia. En todo caso, la acción sirvió para que las miles de personas afectadas y arruinadas tengan ahora más difícil sustentar su acusación en alguna de las casi cincuenta demandas colectivas presentadas contra la compañía.

Según el senador Joseph Liebermann, miembro del Comité de Asuntos Gubernamentales que escuchará las primeras comparecencias el día 24, cuando se destruyeron los documentos Arthur Andersen y los directivos de la empresa 'sabían que Enron tenía graves problemas y que el techo estaba a punto de caérseles encima'.

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Varios fiscales que tramitan las demandas estudian incluso pedir la congelación preventiva de los 1.100 millones de dólares que se repartieron 30 directivos de la compañía con la venta de miles de sus acciones gracias, supuestamente, al uso de información privilegiada.

Enron era una empresa energética de tamaño descomunal y envidiable salud financiera; de repente, las cuentas de la empresa entraron en caída libre mientras un pequeño grupo de directivos se lucraba con la venta rápida de acciones. Al mismo tiempo, los miles de trabajadores de la empresa perdieron sus jubilaciones y los pequeños accionistas se arruinaron.

Numerosas comisiones del Senado, la Cámara de Representantes y la Comisión del Mercado de Valores investigan el posible uso de información privilegiada. El caso tiene una vertiente política: Enron y sus directivos eran la principal fuente de donativos del Partido Republicano y especialmente de George W. Bush. De momento sólo se hace una lectura económica del escándalo, pero nadie duda de que pronto salpicará de alguna manera al Gobierno de Bush: a los vínculos de amistad personal (y empresarial: Bush y su vicepresidente, Dick Cheney, trabajaban para ese sector) se unen contactos, llamadas telefónicas y posibles presiones que van saliendo a la luz a medida que crece el escándalo.

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