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Reportaje:

El 'hereu' de Pujol

Artur Mas, el sucesor elegido por el líder de CiU, es un político profesional, cuya principal virtud es que no provoca rechazos

Enric Company

Tenaz, equilibrado, guapo, honesto, aplicado, inteligente, trabajador, austero. Cuando se pregunta a los dirigentes de Convergència por Artur Mas, el recién designado candidato de CiU a la Presidencia de la Generalitat, se obtienen elogios como éstos. Pero también respuestas como ésta: 'Es amorfo'. Y como ésta: 'Está ideológicamente por hacer'. Estos últimos pueden parecer juicios peyorativos, pero no fueron formulados como tales. Al contrario. Con Artur Mas, Jordi Pujol ha querido escoger a un delfin que le garantice fidelidad, cómo no. Pero también, sobre todo, a alguien que no provoque rechazos y sirva, como él, para retener votos a diestra y siniestra.

Pere Esteve, que como secretario general de Convergència allanó el camino para la ascensión de Mas, opina que una de sus grandes virtudes es tener un perfil político y humano 'sin aristas', y que 'no suscita oposición'. Ahí está su ventaja.

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En la amalgama ideológica de CiU, Mas no está definido como democristiano, ni como socialdemócrata ni como liberal. Desde que fue nombrado secretario general de Convergència, en abril de 2002, Mas se ha rodeado de caracterizados soberanistas, una promoción de jóvenes aglutinados en torno a dos de los hijos de Pujol, Oriol y Jordi. Pero sin embargo la práctica, que es lo que cuenta, indica que Mas se lleva muy mal con los independentistas de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y muy bien con políticos como Javier Arenas, el secretario general del PP, y con Rodrigo Rato.

Esto no impidió que en el todavía reciente debate de la moción de censura presentada por Maragall contra el Gobierno de Pujol, en octubre de 2001, Mas lanzara con cierta solemnidad el mensaje de que CiU y el PSC están 'llamados a entenderse'. O sea que, además de aportar un aire juvenil y kennediano, Mas tiene en común con Pujol la ambivalencia y la supeditación de los apriorismos ideológicos a ese realismo político que el fundador de CiU ha utilizado para pactar con el PSOE y el PP, sin dejar de estar enfrentado a ambos.

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Y, sin embargo, la biografía de Mas parece el reverso de la de Pujol. Nacido en 1956 en el seno de una familia barcelonesa acomodada, de joven fue inmune al virus de la política. Ese riesgo que en 1960 había llevado a Pujol a la cárcel. Ingresó en Convergència a los 27 años, cuando ya llevaba cinco trabajando en el Departamento de Comercio de la Generalitat. Se había licenciado en Económicas en 1974, en la Universidad de Barcelona, y compañeros suyos de estudios han explicado que más que contemplar desde la barrera los avatares de la transición a la democracia, los rehuyó abiertamente. Lo suyo era entonces, como para José María Aznar, el estudio. Y los paseos en yate. 'Desde luego Artur Mas no es como Pujol, que a los 14 años ya soñaba ser presidente de la Generalitat', reconoce uno de los jóvenes parlamentarios del partido.

Y así como Pujol no ha sido en toda su vida más que un político, incluso cuando ejercía también como banquero, Mas es un tecnócrata incluso estando en la política. Ha ido subiendo en el escalafón pujolista, en el que se confunden el partido y la Administración de la Generalitat, sin que se le conozca un discurso, una idea que no sea la mera expresión de la doctrina oficial. Primero fue director general en un Departamento en el que lo eran también los hoy ministros de Aznar Anna Birulés y Josep Piqué. Con un lapso nada brillante por la empresa privada, como ejecutivo del grupo Tipel, entre 1987 y 1995 fue concejal del Ayuntamiento de Barcelona, en el que ejerció como puntilloso y tenaz opositor del alcalde Pasqual Maragall. Tuvo que apartarse para ceder el primer puesto en la candidatura municipal a Miquel Roca. Pujol le recuperó nombrándole en 1995 consejero de Política Territorial y después, en 1997, de Economía. Desde entonces, le ha colocado como número dos en todos los frentes. Electoral, en la candidatura de las autonómicas de 1999; en el partido, como secretario general, en abril de 2000; en el gobierno, como conseller en cap, en enero de 2001.

Todo ello, sin haber hecho nunca nada más que no salirse del guión. Ni de tono. Entonces, ¿cómo ha podido alzarse como sucesor de Pujol? ¿Qué tiene Mas que no tuviera Miquel Roca? 'Tiene 45 años cuando Pujol ya cuenta 71', responde un dirigente de Convergència. 'Es la persona escogida por el entorno familiar de Pujol', argumenta otro.

Quienes conocen las interioridades de Convergència explican que Marta Ferrusola, la esposa de Pujol, activa militante de su partido, se fijó en Mas en el crucial momento en que Miquel Roca disputó la primacía a Pujol. Eso fue en 1992. Mas trabajó entonces codo con codo con Jordi Vilajoana, hoy consejero de Cultura del Gobierno catalán, para cerrar el paso a los roquistas. Fue una pugna a cara de perro, la más dura que ha vivido Convergència. La ganó Pujol y, desde entonces, Mas contó con su entera confianza y con la de su familia. Se convirtió en el hereu (heredero).

Desde que está en primer plano las cosas se le han complicado. Justificó subvencionar escuelas de élite porque 'sobraban fondos' en un país que tiene escuelas públicas en barracones; la peste porcina y los apagones eléctricos se le han vuelto tan endémicos como los peajes de las autopistas. Para colmo, la noche en que Cataluña quedó paralizada por la nieve y muchos automovilistas la pasaban esperando que alguien desbloqueara las carreteras, a Mas no se le ocurrió otra cosa que inaugurar una discoteca. Vaya fiesta, la que hizo la oposición al día siguiente.

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