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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un amor islámico

Leila Aboulela es sudanesa, aunque nacida en El Cairo en 1964; ha vivido en Escocia, donde se dio a conocer como escritora, y ahora reside en Yakarta (Indonesia). A la pregunta de cuál es su idea de la literatura, contestó que quiere dar a conocer el islam mediante la psicología, la mentalidad y las emociones de una persona que tiene fe. La traductora, su primera novela, responde punto por punto a este presupuesto. Sammar, musulmana practicante, trabaja de traductora en la Universidad de Aberdeen (Escocia), ha perdido a su marido en un accidente y su hijo vive con su suegra en Jartum. Su estancia en un país extranjero le supone un brutal extrañamiento que se añade a la crisis personal padecida por la pérdida de su marido y el alejamiento de su hijo. A excepción del consuelo que le procura su fe, ningún espejo la refleja; se siente excluida y sola y objeto de incomprensión y hostilidad. En esa deriva conoce a Rae, profesor de ciencias políticas que habla árabe, además de especialista del mundo islámico, pero agnóstico. La relación se establece a través de una mutua comprensión cultural que no llega a la raíz; ambos se intercambian conocimiento e ideas, siempre con la barrera emocional de la distancia religiosa. El proceso predecible de la amistad al amor que se genera en Sammar pasa, sin embargo, por la conversión de Rae al islam. Sammar exige a Rae que recite la chahada, las palabras de testimonio de que no hay otro dios que Alá. La reticencia de Rae provoca el rechazo de Sammar.

LA TRADUCTORA

Leila Aboulela Traducción de Flora Casas Lengua de Trapo. Madrid, 2001 220 páginas. 14,78 euros

Con un argumento de esta índole cabe situar La traductora en el género melodramático, y, en efecto, éste es su lugar, pero Leila Aboulela es una hábil novelista, y lo que podría haber sido un panfleto proislámico se convierte en un transparente análisis de la necesidad de configurar el mundo en razón de la creencia religiosa. Para el lector no creyente, la exigencia de Sammar acaso tenga cierto tufo intolerante, pero si va más allá (cosa que permite la novela) se verá que, simplemente, establece el mecanismo común desde el que todos, de un modo u otro, imponemos nuestros protocolos de convivencia. Al margen de estas consideraciones, lo mejor de esta novela es la paciente y delicada descripción de los estados emocionales de la protagonista, de quien al cabo el lector termina conociendo los vaivenes más secretos de su corazón. A todo ello coopera el tono de lirismo contenido, la precisión detallada de la emoción de cada momento, con hallazgos notables, como llamar al brusco azar de la muerte 'el enemigo de la continuidad'.

Leila Aboulela ha dado la vuelta a esa predestinación de que el mundo se ordene según el canon occidental. Incluso el hecho de que sea el varón quien dimita de su origen para abrazar otra religión es una opción poco común. Sammar representa la convicción de un modelo de vida que nada tiene que ver con la parafernalia integrista del islam, sino con otra concepción de la realidad, apta para todo aquel que la desee. La traductora es una historia de amor cuyo mayor aliciente es que se apoya sobre un sistema de creencias que hoy está modificando los hábitos cotidianos de los países de Europa, Estados Unidos y Canadá. En la actual hibridación, la religión ocupa un lugar preeminente, y esta novela recoge este conflicto, no para vertebrar su imposibilidad, sino para conciliar los obstáculos a través de la convicción. La traductora insiste, por tanto, en esa fuerte tendencia narrativa que hace de la búsqueda de la identidad la más firme apelación a la construcción de un mundo propio, en este caso acorde con los viejos rituales de la fe islámica.

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